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El Corazón de María
5 comentariosEn la reciente encíclica del Papa sobre la devoción al Corazón de Jesús hay dos referencias al Corazón de María. No cabe duda de que la madre y el hijo estuvieron muy unidos. Lo que de verdad une como no se puede unir más es el amor. Si el corazón es el mejor símbolo del amor, entonces el corazón de María estuvo muy unido al de Jesús.
La primera referencia es para afirmar que María miraba en profundidad, sin quedarse en la superficie de las cosas, porque escuchaba con el corazón, o sea, con mucha atención. Y lo que de entrada no comprendía lo guardaba en su corazón y allí lo meditaba con cuidado y amor. Vale la pena copiar el propio texto de Francisco: “María miraba con el corazón. Ella era capaz de dialogar con las experiencias atesoradas ponderándolas en el corazón, dándoles tiempo: simbolizando y guardando dentro para recordar”. El Papa recuerda eso que dice el tercer evangelio: “María atesoraba todas estas cosas, ponderándolas en su corazón”. María dialogaba interiormente y guardaba cuidadosamente (eso es atesorar), conservando “no sólo la escena que veía, sino también lo que no entendía todavía y aun así permanecía presente y vivo en la espera de unirlo todo en el corazón”.
Además, la encíclica indica cuál es la relación adecuada entre la devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y lo hace en la misma línea en que el Concilio Vaticano II explicó el sentido de la mediación de María. El Concilio indica que la única mediación de Cristo no excluye, sino suscita diversas formas de participación en esta mediación. Unidos a Cristo todos podemos ser mediadores de gracia para los demás. Y cuanto más unidos estemos a Cristo, mejores mediadores de gracia seremos. Ahí hay que situar la mediación de María, totalmente unida a Cristo: “En el seno de la Iglesia, la mediación de María, intercesora y madre, sólo se entiende como una participación de esta única fuente que es la mediación de Cristo mismo, el único Redentor, y la Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María”.
A esta luz el Papa sitúa la devoción al corazón de María: “La devoción al corazón de María no pretende debilitar la única adoración debida al Corazón de Cristo, sino estimularla: La misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder. Gracias al inmenso manantial que mana del costado abierto de Cristo, la Iglesia, María y todos los creyentes, de diferentes maneras, se convierten en canales de agua viva. Así Cristo mismo despliega su gloria en nuestra pequeñez”.
La fiesta de la Inmaculada, que nos aprestamos a celebrar, nos recuerda la santidad de María, su limpieza de corazón, santidad y limpieza que tenían su fuente y su origen en una profunda unión con Cristo. Ella nos orienta a mirar al único Salvador y nos estimula a vivir con alegría esta bienaventuranza de Jesús: dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.