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El amor, referencia de la sexualidad
5 comentariosLa sexualidad humana es buena y bendecida por Dios. Ella está orientada al amor. La diferencia sexual es la fundamental expresión de la posibilidad de relacionarnos. Podemos relacionarnos porque somos parecidos, pero no iguales, porque somos a la vez semejantes y diferentes. Si sólo fuéramos iguales la soledad no quedaría suprimida, pues no habría un verdadero otro con el que poder contrastarse. Si solo fuéramos diferentes tampoco quedaría suprimida la soledad; el otro no podría convertirse en compañero. Esto encuentra su primera expresión, su prototipo biológico, en la entrega recíproca del varón y la mujer. Esta entrega encuentra todo su sentido en el contexto del amor. Hasta el punto de que el amor humaniza la sexualidad.
La sexualidad está al servicio del amor porque el amor humano es un amor de seres corporales. Por medio de la corporalidad expresamos nuestros sentimientos, afectos y pensamientos. El cuerpo nos relaciona con los demás y con el mundo. Todo tiene una dimensión corporal, incluido el amor. “Gracias al amor, decía Unamuno, sentimos todo lo que de carne tiene el espíritu”. El amor no solo cuida de lo espiritual (los padres envían a sus hijos a la escuela para que estén bien instruidos), también se ocupa de las necesidades corporales (los padres se preocupan por alimentar bien a sus hijos y por cuidarles en su enfermedad). Por otra parte, el amor tiene una dimensión erótica. En este sentido hay que agradecer a Benedicto XVI haber dejado claro que el amor es, a la vez, “ágape” y “eros”, o sea, tiene un momento de oblación, generosidad y perdón, y al mismo tiempo, un momento de pasión, sensualidad y sensibilidad.
El amor humano encuentra su mejor referente en el amor de Dios que, según Benedicto XVI, es al mismo tiempo erótico y agápico. Con el término “eros” se indica que el amor de Dios es apasionado, brota de lo más profundo de sus entrañas y le impulsa, le mueve a salir de sí mismo, como si no pudiera estar sin el hombre; se diría que es un amor “que se impone”. Los profetas Oseas y Ezequiel han descrito esa pasión de Dios con imágenes eróticas audaces, la del noviazgo y la del matrimonio. Ahora bien, nota el Papa, si el amor de Dios es apasionado, no por eso es necesitado, es totalmente desinteresado, gratuito y, por este motivo es un amor que perdona. En suma, Dios es un amante con toda la pasión de un verdadero amor, y toda la generosidad del que sabe perderse y sacrificarse por el bien del otro.