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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

6
Mar
2009

Dos ojos de mujer por uno de varón

4 comentarios

Las declaraciones de Ameneh Bahrami, una mujer iraní de 30 años, que se quedó ciega cuando un pretendiente despechado le arrojó ácido a la cara, son comprensibles, dan mucha pena, pero eso no quita que sean un cúmulo de despropósitos. Evidentemente, lo grave e inaceptable es lo que tuvo que sufrir y sigue sufriendo. El joven que la desfiguró ha sido condenado aplicando literalmente la ley del talión: ojo por ojo. Pero no del todo. Porque las leyes iraníes establecen que dos ojos de mujer equivalen a uno de varón. Aunque es posible dejar al agresor ciego de los dos ojos si la víctima paga 20.000 euros. Un cúmulo de despropósitos. Machismo, espiral de violencia, venganza, humillación para la víctima que, incluso en su desgracia, es tasada a mitad de precio que el varón…

El Antiguo Testamento, lugar que recoge la ley del talión, procedente del Código de Hammurabi, cuenta una historia que contrasta con esa ley: Caín, tras matar a su hermano, encuentra un defensor inesperado, Yahvé mismo, que se erige en su protector para que nadie le dañe. No hablemos ya del Nuevo Testamento, en el que quedan superadas todas las leyes de venganza, al tiempo que se nos invita a poner la mirada en el Justo por excelencia, que carga con los pecados del mundo y entrega la vida por sus enemigos.

Diciendo esto no pretendo que se deje de castigar al agresor de Ameneh Bahrami, pero sí digo que la superación de la ley del talión es un avance en humanidad. Y que, si castigo tiene que haber, han de ejecutarlo los poderes públicos, desde el respeto a la dignidad del agresor. Añado: con la víctima toda solidaridad, ayuda y comprensión será poca. Entre otras cosas, porque sólo dentro del contexto del amor, la víctima podrá asumir su situación e incluso recobrar las ganas de vivir. Lo fundamental con la víctima es que tenga el máximo bienestar posible y recupere la paz del corazón. Con la ley del talión no lo logrará. Y aplicada de este modo menos. Es una humillación para ella: dos ojos de mujer valen uno de varón. ¡Qué vergüenza! ¡Qué asco!

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Desiderio
6 de marzo de 2009 a las 14:54

¿Cómo explicarle a esta mujer que, efectivamente, la ley del Talión no le va a beneficiar? ¿Cómo explicarle que su propio bienestar estará superando precisamente aquello que ella piensa que la va a desahogar, arrojando de nuevo el ácido sobre su agresor? ¿Cómo explicarle que ese odio, esa rabia le están alejando cada vez más de su propia felicidad? Cuando he visto su foto, me he imaginado que yo estaba delante de ella y que le intentaba explicar estas cosas... y que me quedaba mudo, sin habla. ¿Cómo hacerlo? No hace mucho escuché que no se puede exigir grandes empresas espirituales -creo que esta de la que hablamos es de las mayores- a quien no estuviera humanamente preparado, a quien no tuviera cierto grado de madurez. En este sentido, Ameneh ha vivido en un entorno en el que para nada se ha potenciado esta madurez, sino que se ha vivido siempre bajo esta forma de vida vengativa, rencorosa, de humillación. ¿Cómo a una persona como Ameneh se le puede hablar de perdón? No lo digo por su valía personal, sino por su situación personal y el mundo en que se ha desarrollado su vida. ¿Cómo hablarle de perdón a Ameneh, y por extensión a tantas personas, no necesariamente orientales, cuando lo único que han mamado desde siempre es egoísmo, violencia, odio y rencor? Quizá sólo haya una manera: estando ahí, que vean el amor, que palpen el amor y que se sientan queridas. Y rezando, rezando mucho.

marcelino
7 de marzo de 2009 a las 10:12

No a esa escala, y brutalidad, que te hace desear no ser parte del genero humano, Pero tambien en nuestras sociedades occidentales se esta viendo cada vez mas violencia y humillaciones al debil, sea mujer, niño o anciano. Es escalofriante como el ser humano se ve a si mismo como juez decidiendo quien si y quien no tiene derechos y dignidad.

Martín Gelabert
7 de marzo de 2009 a las 20:53

Una persona, lectora habitual del blog, tras leer este post, me envía esta oración escrita en yiddish, encontrada en Auschwitz-Birkenau. La transcribo con su permiso: " Seas bendito, oh eterno Dios: Que cesen toda venganza, la incitación al castigo o a la recompensa. Los delitos han superado toda medida, todo entendimiento. Ya hay demasiados mártires. No peses sus sufrimientos en la balanza de tu justicia, Señor, y no dejes que estos carniceros se ceben con nosotros. Que se venguen de otro modoo. Da a los verdugos, a los delatores, a los traidores, y a todos los hombres malvados el valor, la fuerza espiritual de los otros, su humildad, su dignidad, su continua lucha interior y su esperanza invencible, la sonrisa capaz de borrar las lágrimas, su amor, sus corazones destrozados pero firmes y confiados ante la muerte, si, hasta el momento de la más extrema debilidad [...]

Que todo esto se deposite ante tí, Señor, para el perdón de los pecados como rescate para que triunfe la justicia; que se lleve cuenta del bien y no del mal. Que permanezcamos en el recuerdo de nuestros enemigos no cómo sus víctimas, ni como una pesadilla, ni como espectros que siguen sus pasos, sino como apoyo en su lucha por destruir el furor de sus pasiones criminales. No les pediremos nada más. Y cuando esto acabe, concédenos vivir como hombres entre los hombres y que la paz reine sobre nuestra pobre tierra. Paz para los hombres de buena voluntad y para todos los demás"

Desiderio
8 de marzo de 2009 a las 20:25

¡Impresionante! ¡Cómo me cuestiona el hecho de ver hasta dónde puede llegar el ser humano, en un sentido y en otro! Por un lado, cómo el hombre puede llegar hasta la mayor de las barbaries, e incluso encontrar justificación para ello. Y por el otro, comprobar la verdadera santidad de tantos desconocidos que afrontan su situación de forma tan grandiosa. Y es que a los primeros les hace falta lo que se dice en esta oración: "da a a los verdugos, a los delatores, a los traidores, y a todos los hombres malvados el valor, la fuerza espiritual de los otros, su humildad, su dignidad, su continua lucha interior y su esperanza invencible". Esta situación me recuerda una descrita por Victor Frankl en su experiencia también en un campo de concentración, que venía a decir que el hombre es ese ser capaz de enviar miles de personas a la cámara de gas, pero también es ese ser que puede entrar en ellas con la cabeza bien alta y musitando una oración. Supongo que este drama forma parte de la libertad humana.

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