Ago
Domingo de Guzmán: escucha y diálogo
6 comentariosCon motivo de la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, que se celebra el 8 de agosto, ofrezco una reflexión sobre el modo como hoy debe anunciarse el Evangelio. No por imposición, tampoco desde un pedestal. Los biógrafos del santo cuentan que, yendo con el obispo Diego de Acebes a una misión diplomática camino de Dinamarca, hicieron noche en una posada de Toulouse. En aquella zona estaba muy implantada la herejía cátara o albigense. El hospedero era uno de aquellos herejes. Los biógrafos se complacen en destacar que, tras pasar la noche conversando con el hospedero, Santo Domingo consiguió que regresara a la fe católica. No hay duda de que la conversión es un dato importante, pero tan importante o más es el modo de esa conversión.
Si Santo Domingo pasó toda una noche charlando con el hospedero tuvieron que hacerlo sentados alrededor de una mesa, charlando amigablemente. La noche es larga y sólo se puede pasar alrededor de una mesa, con un buen pan y un mejor vino. Cuando dos personas pasan una noche alrededor de una mesa no habla solo uno. Hablan los dos. Entablan conversación. Santo Domingo entiende que el buen método para dar a conocer la verdad católica es el diálogo. Y antes que el diálogo, la escucha.
Sin duda Santo Domingo escuchó las razones que habían llevado al hospedero a unirse al grupo de los cátaros. Santo Domingo debió informarse bien de lo que pensaban los herejes. Porque si uno no se informa, no puede luego argumentar. Si uno no escucha previamente, no logrará que le escuchen. Santo Domingo supo escuchar el mensaje de la herejía. Y no sólo no lo condenó, sino que integró lo bueno que en ella había, como podía ser el testimonio de una vida austera y el buen conocimiento de la Escritura.
El encuentro con el hospedero de Toulouse y, más en general, con la herejía, puede ser una provocación para nuestro modo de evangelizar al mundo de hoy, muy distinto del medieval, pero tan necesitado como entonces de una buena predicación. Al mundo de hoy no le convenceremos desde el discurso moralista del que se considera superior, sino desde el diálogo entre iguales, que supone no solo dar, sino primero escuchar y comprender. Ese es el buen camino para la evangelización. No convertiremos al mundo condenándolo, sino buscando lo bueno que tiene y mostrándole un Evangelio que responda a esto bueno que ya hay y lo potencie.
Buscar lo bueno de lo aparentemente malo, encontrar las inquietudes que hay en muchas reacciones contrarias a la Iglesia, ese es el camino para entablar un diálogo fructífero o, al menos, para que puedan escucharnos. Para ser críticos con el mundo, hay que comenzar por discernir lo bueno que en el mundo hay. Así podremos decir que hemos comprendido el mensaje de nuestra sociedad, y seremos aceptados como sus interlocutores. No para aprobar sin más algunas de sus demandas, sino para intentar que otra alternativa pueda ser escuchada.