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Dios, nuestra razón de ser
4 comentariosDios es “nuestra razón de ser” en el más profundo y radical sentido: si existimos es gracias a un acto creador. De nuestra nada original, salimos extraídos por un acto de ternura paternal. Desde otra perspectiva también Dios es nuestra razón de ser: él es la meta, el destino, el lugar al que tendemos aún sin saberlo. Finalmente, razón de ser es lo que motiva una vida, lo que le da sentido. Por eso se dice que la razón de ser de una madre es su hijo. O que la razón de ser de un médico es curar. Razón de ser es dar sentido a algo. Hay una canción de amor en la que el amante le dice a la amada: “te quiero porque quiero que me quieras, porque como tú no hay nadie más bonito en esta tierra; caminando de la mano, tú eres mi razón de ser”. La amada es la razón de ser del amante. Podríamos aplicarlo a Dios: Dios es la razón de ser de cada ser humano, porque en Dios encuentra su felicidad, su plenitud, su bienestar, su todo.
Este triple sentido de Dios como “razón de ser”, lo expresa así el Nuevo Testamento: “todo ha sido creado por él, para él y en él”. Todo procede de Dios y todo tiende hacia Dios. El es el origen y la meta, el pasado y el futuro de todo lo creado. Y es también el presente, porque todo se mantiene gracias a él. Si se retirase, todo volvería a la nada. Saber que tenemos una razón de ser debería alegrarnos y sostenernos en nuestros momentos de desaliento: no estamos ahí por casualidad, alguien nos ha querido y nos quiere como somos. Por otra parte, no estamos ahí perdidos, sin saber a donde vamos, sin casa ni hogar, sin tener a dónde ir. Hay un lugar en el que se nos espera con los brazos abiertos, lugar de amor, belleza y paz, en donde encontraremos una felicidad estable y perpetua. Finalmente, no estamos ahí solos, estamos acompañados por un Padre bondadoso, que mantiene todas las cosas “en él” por medio de Cristo.