Sep
Dios no necesita nuestra oración
9 comentariosA veces tengo la impresión de que algunas personas religiosas no se acaban de enterar de lo que dice la liturgia, en definitiva, del contenido de las palabras con las que rezan. Quizás sea porque se lee mal, quizás porque no se sabe escuchar, quizás porque se piensa que las palabras litúrgicas no importan, porque lo que importa es el supuesto o real espíritu del orante. Lo digo ante la sorpresa que me ha causado el asombro de una religiosa cuando le he hecho notar lo que dice uno de los prefacios de la Eucaristía, a saber, que “Dios no necesita de nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones le enriquecen”, sino que más bien todo eso “nos sirve a nosotros de salvación”.
En claro: la oración a quien le hace bien no es a Dios, sino a nosotros. Dios no necesita que le expongamos nuestras necesidades, se las sabe mejor que nosotros mismos; no necesita de nuestro incienso o de nuestras alabanzas, vive perfectamente feliz sin ellas; no necesita de ningún acto reparador, está perfectamente sano. Somos nosotros los que necesitamos caer en la cuenta de lo que mucho que necesitamos de Dios. Aunque, desde otro punto de vista, Dios necesita de nuestra oración cuando esta es expresión de amor desinteresado y gratuito, porque los amantes (y Dios es el mejor de los amantes, el Amor de los amores) están a gusto escuchando al amado. La oración se convierte así en expresión de amistad, en coloquio de amor.
Tenemos que cambiar esa mentalidad mercantil con la que pensamos a Dios. Con él no hay ningún negocio que hacer: no le damos para que nos dé. Porque lo que le damos no vale nada ni para nada lo necesita. Es él quién nos está dando permanentemente la vida y todo lo que la vida conlleva. Nuestra tarea no es devolverle nada, sino darnos cuenta de su bondad y cantar un alegre himno de agradecimiento. Una vez más: este agradecimiento redunda en beneficio nuestro. Porque saber que el otro te cuida y te ama, te hace vivir de otra manera, con una mejor calidad de vida.