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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Abr
2009

Dios murió antes de que yo naciera

2 comentarios

Hace unos días se publicó un reportaje con las últimas cartas que fusilados del bando republicado escribieron a sus familias. Ya sé que se pueden contar historias del “otro bando” iguales o peores. A mi me ha interesado el reportaje como testimonio humano. Leído sin prejuicios políticos, como testimonio humano, emociona. Nada más y nada menos.

El día en que apareció el reportaje estaba leyendo un antiguo discurso del Cardenal Ratzinger, en el que decía: “en la religión existen patologías sumamente peligrosas”. Piénsese, por ejemplo, en el fundamentalismo, las supersticiones y la intransigencia. He relacionado estas palabras de Joseph Ratzinger con una de las cosas que cuenta el reportaje: “en capilla, esperando a ser ejecutados, los condenados todavía tenían que someterse a una última condición: para poder escribir a su familia debían comulgar antes. Sin comunión, no había carta”. Profanaciones similares del nombre de Dios se cuentan de los capellanes castrenses que colaboraron con las dictaduras militares argentina y chilena, reconfortando a los verdugos que tenían escrúpulos y chantajeando a los presos para que delataran a compañeros o colaboraran con los torturadores. No hay nada peor que el uso de la religión con fines perversos y, para colmo, no querer ser consciente de ello.

El nieto de un preso que se negó a comulgar y, por tanto, no pudo escribir su carta, ha dejado en el cementerio de La Almudena de Madrid un carta de respuesta a la no carta de su abuelo que comienza con estas palabras: “Dios murió antes de que yo naciera”. En todo caso, el Dios que movía a los carceleros a obligar a comulgar a los presos no es que muriera antes de que ese nieto naciera. Es que nunca ha existido y es lo mejor que le ha podido ocurrir. Desgraciadamente, esos dioses que no existen, sobre todo esos, han hecho mucho daño. El verdadero, el que existe, es cosa muy distinta.

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Ugarte
3 de abril de 2009 a las 02:22

También yo he tenido que decir algunas veces a alguien que con mucho dolor y rabia me hablaba contra Dios: "Tienes razón, porque yo tampoco creo en ese Dios".
Pero luego te queda su dolor de esa persona dentro y al orar le pregunto a Él cuanto tiempo tardaremos la Iglesia en devolver a nuestros hermanos su verdadero ROSTRO, el del Padre, ese que tienen todo el derecho de conocer y que les haría felices.
Entonces me convenzo más y más de que será obra de la BONDAD, esa virtud a veces tan ignorada incluso en nuestro mundillo religioso; a menudo somos tan duros...
¡Que poco conocemos el Corazón de Dios! Dentro de unos días oiremos a un ladrón sorprender
al mismo Crucificado cuando manifieste que ha descubierto SU secreto y se confíe a Él. Y es que seguramente hay que mirar y amar mucho esa Faz para aprender a hablar de Dios e intentar manifestarlo con la propia vida.

marcelino
3 de abril de 2009 a las 11:26

La verdad es que ya no me sorprende nada, la realidad supera a la ficcion. Que pena. Cada vez me quedo con menos palabras. Pero aun existen personas vivas que dan testimoniop del Dios verdadero, todas las que cuidan enfermos terminales que nadie seria capaz de mirar, ni su familia que los abandona como si fuesen perros.

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