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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Dic
2008

Dios en la tierra. Y el diablo también

2 comentarios

Un presupuesto teológico con el que deberíamos operar para que nuestras homilías, catequesis e intervenciones cobrasen un nuevo dinamismo evangélico sería el siguiente: no es verdad que Dios esté en el cielo y los seres humanos en la tierra. Al contrario, Dios está siempre aquí entre nosotros, en la mujer y el varón, en la tierra y en la historia. Siempre presente salvando y perdonando, llamando y suplicando. Y recordándonos nuestra responsabilidad de cara al cuidado de la tierra y al cuidado de las personas. Recordándonos que nosotros somos sus manos, sus pies, su boca, su abrazo, su beso. Cuando nosotros nos cruzamos de brazos es como si Dios se echara a dormir.

Desgraciadamente, la presencia de Dios entre nosotros coexiste con otra presencia deleznable, la del diablo (palabra que viene del griego y significa "el que separa"). Este personaje no sólo está en el infierno. También está en la tierra. Hace unas horas, como en otras ocasiones, ha tomado uno de sus rostros favoritos, el de una banda llamada ETA. Sin duda alguna, la banda está guiada por ese personaje execrable. Con tal guía sólo pueden cometer actos degradantes para ellos, cargados de inhumanidad, como el asesinato de Ignacio, un empresario vasco, padre de cinco hijos, que se paseaba por su pueblo sin escolta, jugaba a las cartas con su gente, y era respetado y querido porque había creado riqueza y puestos de trabajo. Formaba parte del coro de la basílica de Loyola, muchas noches con gran esfuerzo iba a los ensayos, con su voz realzaba la liturgia de la basílica. El que ahora vaya a formar parte de un coro mejor y contribuir a una liturgia mejor no quita un ápice de horror a la barbarie que sobre él se ha cometido.

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marcelino
4 de diciembre de 2008 a las 10:13

es el eterno problema del mal, que es tan dificil entender. La injusticia, la muerte del iniocente. A veces esta claro, es nuestra culpa, por no compartir, por mirar hacia otro lado. Pero otras, cuando se trata de catastrofes naturales o enfermedades, no se explica. Gracias

Oscar P.
4 de diciembre de 2008 a las 12:04

Si los terroristas son el rostro del diablo, los que no condenan su acto deben ser los que no condenan o los que defienden al diablo. ¡Qué Dios mismos nos ayude, en este tiempo de adviento y siempre, para ser nosotros su rostro en el mundo, como bien dice usted en la primera parte de su post!

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