Ene
Dinero, poder y sexo
3 comentariosEso de la pobreza, castidad y obediencia no es solo cuestión de monjas y frailes. Todo cristiano está llamado a vivir en la pobreza evangélica, en la obediencia a Dios y en la castidad, sea en la soltería, en la viudedad o en el matrimonio. Porque cuando los esposos realizan el acto matrimonial, están poniendo por obra un sacramento por medio de un acto honesto, humano y humanizador. En este terreno la diferencia entre un religioso y un casado no está en castidad sí o castidad no, sino en castidad en la continencia o castidad en el matrimonio.
Dicho lo cual, me interesa resaltar que en cada página del Nuevo Testamento aparecen serias advertencias contra las riquezas y el poder que, como es bien sabido, son las dos caras de la misma moneda. La riqueza y el poder son dos auténticos ídolos que impiden el acceso a Dios. No encuentro, a propósito de la castidad, tanta insistencia ni advertencias tan duras. Nunca se dice: “no podéis servir a Dios y al sexo”, pero sí: “no podéis servir a Dios y al dinero”.
Por si sirve ofrezco esta reflexión: el dinero hace que nos sintamos poderosos, seguros, satisfechos; con dinero y poder pensamos que se puede lograr todo, por ellos perdemos la vida. Pero cuando peca contra la castidad, aunque a veces haya algo de psicológico y de mala formación, el buen cristiano suele sentirse intranquilo, no está a gusto, la conciencia le remuerde. No cabe duda de que es mucho más grave no socorrer al pobre que pecar contra el sexto mandamiento, aunque lo segundo parece que remuerde más. Por este motivo digo que las riquezas son un obstáculo insalvable para acercarnos a Dios, mientras que el pecado contra la castidad puede ser ocasión de arrepentimiento que facilita la vuelta a Dios.
Espero que a nadie se le ocurra decir que esa reflexión es luterana, porque suponiendo que lo fuera, la mejor respuesta sería: ¿y qué tiene de malo que sea luterana?