Jul
Dilemas tramposos
8 comentariosHe tenido ocasión de escuchar a profesores de teología, que también eran sacerdotes, que lo primero en su vida había sido el sacerdocio. Entiendo lo que quieren decir y lo respeto profundamente. A mí esa pregunta nunca me la han formulado, ni me la he planteado. Pero sí me han preguntado qué consideraba más importante en mi vida si el ser sacerdote o el ser religioso. A los niños se les hacen, a veces, preguntas similares: ¿a quién quieres más, a la mamá o al papá? Y ya puestos a plantear dilemas cabe preguntar: ¿dónde está Dios más presente, en el pan eucarístico o en el prójimo?
Este tipo de dilemas, que tocan aspectos fundamentales de la vida, me parecen tramposos. Porque no es posible desligar algunas realidades. Ni vivir un aspecto fundamental a costa del otro. Yo soy quién soy: corporal y psíquico, debiendo integrar en mi ser toda mi realidad, no habiendo oposición entre sus diferentes dimensiones; soy religioso, profesor de teología y sacerdote, y procuro tener bien integradas estas dimensiones, que se refuerzan la una a la otra, incluso yo diría que se necesitan; soy hijo de mi padre y de mi madre, a los que quiero de forma distinta, pero no a base de más o de menos. Y a Dios debería encontrarle en todas partes, porque para él no hay espacios sagrados y profanos. Una Eucaristía sin fraternidad no es posible; aquel que no encuentra a Jesucristo en el prójimo, nunca, digo bien nunca, le encontrará en la Eucaristía.
Plantear este tipo de dilemas es como preguntarse cuál de las Tres Personas de la Divinidad, o cual de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) es la más importante. Estas triadas son inseparables, sus componentes se implican mutuamente y cada uno comporta siempre los otros dos. Si por un imposible se pudieran separar sería al precio de su total destrucción.