Sep
Deseo y compromiso de Dios
8 comentariosLas palabras “hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra”, que Dios pronuncia antes de crear al ser humano, más que una orden que obtendría resultados inmediatos, expresan un deseo y un compromiso de Dios.
Un deseo, puesto que no basta con crear un ser capaz de amor y libertad para convertirlo en imagen de Dios. Es preciso que estas capacidades se realicen. Y para que se realicen se necesita la colaboración del hombre, cosa no garantizada de antemano. No basta con que el ser humano realice cualquier tipo de elección, condicionada por su codicia, ni que ame por el placer o el interés que encuentra en ello. Debe esforzarse por liberarse de aquellas ataduras que le encadenan al mal y debe amar en la gratuidad y la generosidad. La creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios sólo se encuentra consumada cuando el hombre acoge libremente a su Creador y ordena su vida según la voluntad amorosa de Dios. El hombre es co-creador de sí mismo y, por tanto, co-creador de la imagen divina que le constituye. Al crear, Dios realiza un acto de confianza en el ser humano, pero también asume el riesgo de que la imagen impresa en el hombre se oscurezca, se degrade y no logre la realización deseada.
La creación del hombre a su imagen es, también, por parte de Dios, un compromiso, el de trabajar para que su deseo se realice. Por una parte, para hacerse semejante a su Creador el hombre deberá conocer el modelo que debe reproducir, es decir, conocer a Dios. Eso significa que, al crearlo, Dios se compromete a revelarse al ser humano. La revelación está implicada en el hecho de haber sido hecho a imagen de Dios. Pero puesto que en la presente situación toda revelación de Dios es, por naturaleza, imperfecta, oscura, la imagen nunca acaba de realizarse del todo. Más aún, en este mundo el hombre está sometido a múltiples seducciones que le apartan de su destino. Por tanto la creación del hombre implica el compromiso de Dios de asistirle en una empresa que está por encima de sus fuerzas y el compromiso de salvarle de la muerte, para que un día esa imagen pueda encontrarse claramente con su modelo y realizarse en plenitud. Y así puede decir una de las cartas de Juan que seremos semejantes a Dios cuando le veamos tal cual es.