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Del conocimiento al acto de amar
5 comentarios“El desafío de la vida religiosa es el paso del conocimiento del amor al acto de amar” (François Bustillo). Este desafío que el obispo de Ajaccio detecta en la vida religiosa se podría ampliar a todas las comunidades cristianas, pero cada uno lo vive, lo siente y lo lamenta en aquella comunidad en la que se siente inserto. Al ser franciscano conventual el autor de la frase, es lógico que hable de las comunidades religiosas.
En la Iglesia se escribe, se habla y se predica mucho sobre el amor. Y se hacen grandes proclamas sobre la importancia que el amor tiene en la vida de sus miembros. Desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones, estas proclamas se quedan en un plano abstracto, conceptual o teórico. Incluso, a veces, en un plano poético. Un camino para pasar del plano del conocimiento al plano del acto sería el de la encarnación. Del mismo modo que Jesús se metió de lleno en nuestra frágil humanidad, aportando su divinidad, así nosotros hemos de ser indulgentes con nuestra frágil humanidad y con la humanidad de los demás. Y del mismo modo que Jesús no se refería a la “persona en general” cuando hablaba del amor, sino al preso, al inmigrante, al enfermo, al desnudo y al hambriento, así nosotros debemos amar no a las personas en general, porque así no amamos a nadie, sino al desnudo, al pobre, al necesitado. Y amarlo de verdad es comprenderlo y atenderlo en su necesidad.
El amor todo lo soporta, todo lo cree, todo lo excusa, decía san Pablo. A veces oímos estas reflexiones. La pregunta que debemos hacernos y no nos hacemos es si todo lo soportamos, todo lo creemos y todo lo disculpamos con los hermanos y hermanas que tengo. En realidad, la mayoría de nuestros amores son selectivos. Soportamos a los que nos caen bien, o a aquellos de los que pensamos aprovecharnos. La exhortación de san Pablo nos invita a salir de las fronteras naturales del amor. Porque el amor natural no lo soporta todo, no lo cree todo y no lo excusa todo.
No estaría mal que el gran tema de nuestras reuniones, capítulos o asambleas eclesiales, no fueran asuntos organizativos o la redacción de documentos que pocos leen, sino la gran cuestión de si nos amamos. En esta sociedad que se las da de tolerante y que, en realidad, no tolera más que a los que están de acuerdo con la ideología de turno, no estaría mal que fuéramos tolerantes con los que no piensan como nosotros. En esta sociedad donde abunda el chismorreo, uno de los males que el Papa Francisco ha denunciado como una carcoma que mata la vida de comunidad, y que es una buena manifestación de que precisamente no abunda el perdón, no estaría mal que nos preguntásemos si nuestros perdones llegan al nivel de la “encarnación”.
Y cuando se toma una decisión que afecta a un hermano, no estaría mal, antes de pensar en la institución o en el prestigio de la autoridad, pensar en las consecuencias que nuestra decisión tendrá en la vida del hermano. En resumen, pasar del conocimiento al acto de amor, es pasar del discurso tranquilizador y auto justificante al acto de amar.