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Curas con pareja y alegres celebraciones
5 comentariosDos preocupaciones se traslucen en el discurso de Benedicto XVI a los Obispos de Camerún: 1) que obispos y curas prediquen dando ejemplo, para que no haya diferencia entre lo que enseñan y como viven; 2) que las exuberantes y alegres celebraciones africanas no distorsionen la dignidad de la liturgia.
¿Qué hay detrás de la primera preocupación? Pues que bastantes sacerdotes africanos tienen pareja o familia. De ahí la advertencia: “la autenticidad de su testimonio exige que no haya diferencia alguna entre lo que enseñan y lo que viven cotidianamente” y, para ello, es necesaria “la fidelidad a los compromisos contraídos”. No es una situación fácil. Alguien que lo presenció me contó que en una reunión del presbiterio de una diócesis africana, los miembros no africanos propusieron ser los primeros en firmar una petición a Roma para que estudiase la posibilidad de que, en determinadas circunstancias, los sacerdotes africanos pudieran estar casados. Los africanos se opusieron con este argumento: nosotros no queremos ser presbíteros de segunda clase. O sea: un cura legítimamente casado parece de “segunda clase”. Un cura que lleva una doble vida parece “de primera”, si lo hace con discreción. Amen de lamentable, resulta necesario un cambio de mentalidad.
La otra preocupación es la liturgia. Me temo que para muchos africanos la liturgia romana padece de rigidez y anorexia emocional. De ahí la importancia de tomar en serio algo un poco olvidado: la inculturación de la teología, de la fe y de la liturgia. El Evangelio de Jesucristo no está ligado a ninguna cultura, pero se puede expresar en todas. Con más razón la teología y la liturgia. Las querencias papales por un estilo y unos modos no deben hacernos olvidar que hay otras querencias legítimas que también pueden expresarse. Cuento otra anécdota: para justificar la comunión en la boca, un amante de este modo de recibirla, me dijo: “eso es lo que el Papa quiere”. Perdone usted: no identifique lo que parece que al Papa le gusta más con lo único permitido. Los gustos personales de los que gobiernan son respetables, pero el buen gobernante sabe que hay otros gustos igualmente legítimos.