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Cultura del cuidado, camino de paz
2 comentariosPor una iniciativa de Pablo VI, el primer día del año la Iglesia celebra la Jornada mundial de la paz. El lema de este año propuesto por el Papa Francisco es La cultura del cuidado como camino de paz. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día. Tema de gran actualidad. Si no cuidamos la naturaleza, el hábitat de los animales, el equilibrio ecológico, nos podemos encontrar con desagradables sorpresas como la del virus que nos está preocupando y afectando. Y si no cuidamos los unos de los otros, no habrá manera de salir de esta epidemia que nos afecta. Cuidar los unos de los otros. ¿Recuerdan ustedes cómo comenzó la historia según la Biblia? Con Adán y Eva, sí, y luego con dos hermanos, Caín y Abel. Cuando Caín mata a su hermano, y Dios le pide cuentas de lo ocurrido, Caín responde: “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”. Ese fue su gran error: tú eres el guardián de tu hermano, su cuidador, eres responsable de lo que le pasa a tu hermano.
También el uno de enero la Iglesia celebra la fiesta de la maternidad divina de María. Ella supo vivir la cultura del cuidado que conduce a la paz. Primero recibiendo y cuidando a su hijo. Y luego, tal como nos narra el evangelio de la fiesta, escuchando con atención a los pastores. María escuchaba atentamente a los primeros mensajeros del evangelio. Y, al escuchar, se maravillaba y se sorprendía, y tras la sorpresa, guardaba en su corazón el mensaje y lo meditaba. Porque el evangelio no solo debe escucharse, debe guardarse, para que se haga vida de nuestra vida. Hay aquí dos actitudes que deberíamos imitar: ser mensajeros, como los pastores; desde nuestras posibilidades, que son más de las que pensamos. Y, como María, guardar en el corazón la Palabra de Dios que se nos anuncia. Para sacar las oportunas consecuencias.
Empezamos un año. Con la esperanza de que las vacunas nos ayuden a vivir con más paz. Una de las cosas que quizás hemos añorado durante el año que ha terminado han sido los gestos personales de paz: los besos y abrazos que no hemos podido dar a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros amigos. Y también el abrazo de paz que no hemos podido darnos en las Eucaristías. A lo mejor eso nos ha ayudado a comprender que la paz es más que un gesto, es una actitud profunda y duradera, un don de Dios, que debemos repartir entre la gente cercana y conocida, y también entre la gente lejana.