Jun
¿Cuál es tu oficio?
5 comentariosEl Oficio divino, también conocido como Liturgia de las Horas, es la oración oficial de la Iglesia. El Breviario es el libro del Oficio divino. Rezar el breviario equivale a rezar el Oficio. Hoy esta oración ha dejado de ser algo propio de los clérigos y de las monjas. Son muchas las comunidades, grupos y personas cristianas que rezan el Oficio completo o alguna de sus partes.
Un día, predicando unos Ejercicios espirituales a un grupo de hermanas, que tenían buenos Colegios y se enorgullecían de ello con toda razón, pregunté dialécticamente: ¿cuál es vuestro oficio? Hubo el silencio habitual cuando se suelen hacer este tipo de preguntas. Pero noté también que había una cierta expectación. Cogí un breviario, lo levanté y dije: el Oficio divino. Mi sorpresa vino cuando después de la charla, una de las oyentes se acercó para decirme, con toda seriedad, que no había comprendido nada de su carisma.
Todo se puede mal interpretar. Es posible que la hermana mal interpretase que yo no había sabido valorar su carisma de religiosas enseñantes. No cabe duda de que se trata de un carisma muy necesario en la Iglesia, que redunda en beneficio de toda la sociedad. Un carisma que es también una obra de misericordia: enseñar al que no sabe. Pero dicho esto, no es menos cierto que los religiosos no podemos confundir nuestro “ser religioso” con el carisma que portamos y, mucho menos, con el trabajo que hacemos. El carisma es un modo de vivir un aspecto del evangelio. Pero lo que sostiene nuestra vida, nuestro carisma, nuestro trabajo, es la relación con Dios, el encuentro con el Señor. Y la oración es una de las principales mediaciones de este encuentro y de esta relación.
El primer oficio de todo cristiano, su primera tarea, su labor fundamental es mantener viva su relación con Dios. De ahí que se pueda decir, con toda verdad, que el oficio del cristiano es el divino. “La obra de Dios, dijo Jesús, es que creáis en quién él ha enviado” (Jn 6,29). Esa es nuestra obra, nuestro trabajo. Todo lo demás, siendo importante, deriva de ahí. Un buen cristiano (sea cual sea su ministerio y su estado) debe tener eso claro. Por eso, la pregunta de “¿cuál es tu oficio?”, hecha a un cristiano, puede ser una buena provocación para recordar lo fundamental de su vida.