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Cristo, perfección de lo humano
8 comentariosCuando el Vaticano II califica a Jesús de “hombre perfecto” está dando un paso adelante en relación a lo que decía el Concilio de Calcedonia. Cristo no es solo perfectamente humano, verdadero hombre; es también la perfección de lo humano, el hombre que Dios, desde siempre, ha querido y buscado. En la humanidad de Jesús, Dios se ve reflejado. Pero precisamente por esto, la humanidad de Jesús es la humanidad más lograda, más acabada, mejor realizada, la que se corresponde totalmente con el proyecto de Dios. Por eso, Cristo, Hombre perfecto, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Mirándole a él, sabemos a qué atenernos para realizar la imagen de Dios con la que todos hemos sido creados.
Jesús revela en su persona la verdad del hombre, al mostrarse él mismo como el “verdadero hombre”. Insisto: no se trata solo de que Jesús haya sido humano, semejante en todo a nosotros, aunque esto sea necesario para mantener la verdad de la Encarnación. Es necesario, además que en su humanidad, en su manera de existir y de comportarse, estemos ante un hombre verdadero, es decir, un hombre cuyas reacciones más espontáneas sean auténticas, justas, de modo que cualquier testigo de su vida se sienta movido a hablar y obrar como él, puesto que Jesús revela en su persona lo mejor del ser humano. Lo que cada uno de nosotros siente como una posibilidad lejana y hasta utópica, aunque deseable, Jesús lo revela realizado como si fuera lo más natural del mundo.
Como bien dice el Vaticano II “Cristo es principio y modelo de esa humanidad renovada, a la que todos aspiran, llena de amor fraterno, de sinceridad y de espíritu de paz”, porque él “nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor”. Nunca un hombre ha sido más hombre que Cristo, el Hijo de Dios.