Jul
Credulidades
1 comentariosUna persona seria, culta, buena cristiana, me contó que durante muchos años había vivido sin fe, alejada de la Iglesia. Y en estos años había vivido inquieta, había buscado. Mi sorpresa vino cuando precisó los lugares de búsqueda: tarot, videncias, adivinación, en fin, todas esas cosas que pueden ustedes ver anunciadas (no pierdan el tiempo, por favor, pero bueno, todos sabemos que ahí están) en muchas televisiones de ámbito local e incluso de ámbito nacional a partir de las doce de la noche. Al ver mi sorpresa añadió: “Si supieras la cantidad de gente conocida que va a esos sitios”. Pues sí, debe ir gente, y esos teléfonos de coste alto deben tener muchas llamadas, porque la publicidad es cara, y cuando se publicita es porque tiene resultados. También en postes pegados por las calles de nuestras ciudades y en publicidad entregada a mano se encuentra uno con sorpresas: “Gran vidente africano, con mucha experiencia, te ayudará a resolver todo tipo de problemas: negocio, retorno de un ser querido, entendimiento entre cónyuges, mal de ojo, quitar hechizos, encontrar pareja, exámenes, suerte y trabajo”.
El ansia mal encauzada de religión se traduce en credulidad. A veces pienso que no hemos sabido responder a los deseos de mucha gente sencilla, no hemos sabido comprender la necesidad de una religiosidad al alcance de todos. Quizás tampoco hemos sabido predicar a Jesucristo y hemos perdido el tiempo en batallas y competencias eclesiales. Quizás no hemos sabido ver la gran necesidad que tiene la gente de buena espiritualidad. Hay mucho vacío interior, mucha necesidad de amor, de esperanza, de alegría. La gente se refugia donde puede. El Evangelio es lo que de verdad puede llenar el corazón humano. Pero, cuando no se presenta bien, cuando no se conoce, la gente busca en otras partes. Algo de eso decía Tomás de Aquino a propósito del placer: nadie puede vivir sin placer. Y al respecto aclara que los placeres espirituales son mejores que los corporales. Pero cada uno acude a lo que conoce. La gente soluciona sus penas de muchas maneras: leyendo un buen libro, escuchando música, conversando con un amigo, paseando por la playa, o tomando alcohol. Algo parecido ocurre con las necesidades religiosas y con el enorme vacío que hay dentro de cada uno cuando no tiene a Dios: a falta de buena religión, se buscan devocioncitas o supersticiones.