Mar
Creados por Dios y para Dios
6 comentarios
La primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica está dedicada a explicar la profesión de fe cristiana. La fe es la acogida del Dios que sale al encuentro del ser humano. Se comprende así que el Catecismo comience por plantear si el ser humano está en disposición de encontrar a Dios. Porque el encuentro entre dos seres personales supone que, por parte de ambos, hay deseo de realizar este encuentro. Es lógico, pues, que el Catecismo comience afirmando que “el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre”. Y eso es así, lo sepa o no lo sepa, porque este deseo es propio de la criatura humana, es algo con lo que se nace. No es un deseo que aparezca después de nuestro nacimiento. Viene ya como marca de origen.
El Catecismo indica inmediatamente que este deseo innato de Dios con el que todos nacemos se debe a que “el hombre ha sido creado por Dios y para Dios”. Por Dios: la razón, el motivo de nuestro ser, es que Dios nos ha querido y, por eso, nos ha dado la vida. El es nuestro autor. “El nos hizo y somos suyos”, dice el salmo 99. Nos hizo: pero no como hace el director de un laboratorio. Nos hizo por amor. No por necesidad. Y somos suyos: pero no como las cosas tienen un propietario, sino con una relación de filiación. Somos suyos porque somos sus hijos. Y todo padre deja en el hijo una marca de su propio ser. El hijo comparte la vida que el Padre le ha dado, tiene sus genes, y si se trata de un buen padre, como bueno es Dios, entonces no solo tiene sus genes, tiene todo su amor. El amor de Dios está inscrito en lo más profundo de nuestro ser.
Pero no solo hemos sido creados por Dios. Hemos sido creados “para Dios”, o sea, para tener con él una profunda relación de amor. El es nuestro destino, la meta de nuestra vida. Si estamos hechos para él, eso significa que hasta que no nos encontremos con él nuestra vida no se sentirá colmada, porque no habrá alcanzado aquello a lo que tiende, aquello que le es más propio. El “para” indica una finalidad. E indica también un camino. De modo que la meta no es algo que venga dado con el origen, sino que pide un proceso de acercamiento y de conocimiento. El conocimiento es causa del amor, porque solo se puede amar aquello que se conoce. Por tanto, haber sido hechos para Dios implica un proceso por parte del ser humano.
Porque hemos sido hechos para Dios, añade el Catecismo, “Dios no cesa de atraer el hombre hacia sí”. Dios siempre va en busca del ser humano y siempre está dispuesto a acogerle. Pero para que haya encuentro es necesario que el humano vaya en busca de Dios. Para eso es necesario que “reconozca explícitamente ese amor de Dios y se entregue a su Creador”, añade el Catecismo, citando al Concilio Vaticano II. En ese lugar del Concilio citado por el Catecismo se reconoce que muchos de nuestros contemporáneos no perciben esta necesidad de encontrarnos con Dios o la rechazan explícitamente. O sea, el ateísmo es una posibilidad que está implicada en el hecho mismo de ser creados “para Dios”. Porque el “para Dios” implica necesariamente la libertad humana y la conciencia de la bondad divina (Continuará).