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Contrición y atrición
2 comentariosHace unos días recibí un correo en el que un buen amigo me solicitaba que, entre otras, respondiera a esta pregunta: ¿Es posible hacer un acto de contrición perfecta?
He aquí mi respuesta: No es posible hacer un acto de contrición perfecta. Tomás de Aquino dice que la caridad (o sea, el amor con el que amamos a Dios) en este mundo es imperfecta. Se perfeccionará en la Patria, en el cielo. En línea con esta tesis de Santo Tomás yo diría que, en este mundo, nunca acabamos de arrepentirnos del todo de nuestras malas acciones, siempre buscamos alguna explicación, dar una razón, un motivo de lo que hicimos. De ahí que clásicamente se distinguía un doble dolor de los pecados: el de contrición y el de atrición. Este último era considerado un dolor imperfecto, un arrepentimiento insuficiente, pero se consideraba suficiente para recibir el sacramento de la penitencia. Dicho de otro modo: la absolución suplía lo que de imperfección había en el arrepentimiento, suplía la falta de un “dolor perfecto” por los pecados. La Iglesia es sabia, conoce nuestra debilidad, por eso nos tranquiliza con fórmulas de este tipo, que podríamos traducir así: Dios nos ama a pesar de todo, nos comprende más de lo que nos comprendemos nosotros, nos quiere siempre y en toda circunstancia.
Vuelvo a la idea de Tomás de Aquino sobre la imperfección de nuestro amor a Dios en este mundo. Es un pensamiento que resulta a la vez consolador y estimulante. Consolador porque así evitamos falsos perfeccionismos que solo crean decepción al no lograrse nunca; y también escrúpulos innecesarios. Y estimulante, porque se evitan falsas satisfacciones y paradas. Con el amor a Dios no se acaba nunca. Siempre es posible ir a más.