Abr
Contra todas las cruces
4 comentariosMe ha llamado una antigua alumna, con mucha experiencia pastoral. Necesita desahogarse porque le parece que las predicaciones sobre la pasión del Señor no destacan suficientemente que lo que allí se manifiesta es el gran amor de Dios al ser humano; más aún, que este amor queda oculto tras extrañas comprensiones de una cruz que, más que por los seres humanos, parece provocada por un Padre que necesita de la muerte de su Hijo para sentirse satisfecho y recompensado por tanto mal y tanto pecado.
Por otra parte, he recibido un correo desde Guatemala, país en el que las cosas van de mal en peor a causa de la violencia, el narcotráfico y la pobreza. El comunicante me dice: en un ataque armado al transporte urbano una bala perdida le quitó la vida a un bebe de dos meses. Y añade: como en nuestro pueblo hay una religiosidad popular muy profunda van a salir muchas procesiones, pero sin lograr que el recuerdo de la pasión del Señor sea un clamor a favor de la justicia y la paz. Veremos carrozas en las que se han gastado mucho dinero que manifiestan una espiritualidad desencarnada.
Los dos lamentos manifiestan la necesidad de una buena catequesis que deje claro que no es el Padre el que lleva a la cruz a Jesús, sino los hombres que no soportaron su palabra de vida y su llamada a la conversión. Fueron los hombres los que rechazaron a Jesús, y si en esta cruz hay reconciliación de Dios con el ser humano no es a causa de ningún acto mágico, sino del modo como Jesús muere: perdonando a sus enemigos y ofreciendo una buena razón al Padre para que les perdone (“no saben lo que hacen”). Ahí el amor y la humanidad de Cristo se manifiestan más fuertes que el desamor y la inhumanidad de los hombres. Por otra parte, esta cruz es manifestación de la solidaridad de Dios con los oprimidos y los injustamente tratados. Y es expresión del desacuerdo total y absoluto de Dios por todas las cruces en las que unos seguimos clavando a los otros. Empezando por la cruz en la que clavamos a su Hijo.