Ene
Confesiones cibernéticas
4 comentariosEntre las noticias con referencias eclesiales aparecidas en la prensa de ayer hubo una que me resultó cómica. Se trata del editorial de un periódico muy leído que, a propósito de la apertura por parte del Vaticano de un canal de noticias en el portal de internet YouTube, se hace dos preguntas que rayan lo absurdo y resultan divertidas. Una sobre la posibilidad de una teología cibernética. ¡A saber qué entiende el editorialista por teología! La otra es incluso más graciosa: ¿contempla el Vaticano la posibilidad de la confesión on line?; en este caso, ¿qué medios pondrá para garantizar la privacidad de los confesionarios cibernéticos?
La ignorancia es atrevida. Pero si es penosa (pena que no es incompatible con lo divertido) la ignorancia de los de fuera, es más penosa (y menos divertida) la de los de dentro. Algunos católicos hacen preguntas similares, por ejemplo, sobre la posibilidad de confesarse por teléfono. ¿Qué diferencia hay entre el teléfono y un Chat con imagen y sonido? Olvidan unos y otros que el sacramento de la reconciliación no es magia: no se trata de cumplir un rito que por el efecto mismo del rito cancelaría deudas o aumentaría el capital. Tampoco es una resolución judicial que determina lo que hay que hacer o pagar para reparar un mal, resolución que podría conocerse por internet o sin necesidad de acudir al juzgado. El sacramento es un signo de perdón y amor gratuitos. Es la fiesta del encuentro. Es un abrazo de amor. El signo, la fiesta y el abrazo requieren condiciones y modos de presencia adecuados al acontecimiento. Cierto, cuando uno está impedido de acudir a una fiesta, porque está enfermo por ejemplo, resulta posible contarle por teléfono lo que ocurre en la fiesta. Pero este modo de participar en la fiesta suele producir nostalgia, tristeza e incluso mayor sensación de soledad. Sólo trasladando la fiesta a la habitación del enfermo pueden todos, incluido el enfermo, participar plenamente de la alegría.