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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Mar
2009

Con confesión individual

2 comentarios

Que el rito más adecuado para celebrar el sacramento de la reconciliación sea el comunitario, no quita para nada la necesidad del momento individual de la confesión de los pecados. En nuestra sociedad secularizada se han puesto de moda las confesiones públicas de los grandes pecados privados. En la televisión y en las revistas del corazón una serie de pseudo-personajes cuentan sus fantasías más eróticas, sus infidelidades matrimoniales o sus aventuras extraconyugales. En cambio, este momento personal y hasta escondido del sacramento de la Reconciliación puede ser el paso decisivo hacia la curación. Porque este sacramento no pretende solamente poner de manifiesto los errores y los pecados, sino también sanarlos y transformarlos. La confesión individual responde así no solo a una necesidad psicológica y antropológica (la de sentirse acogido, comprendido y perdonado), sino también teológica: ahí se garantiza la seriedad del arrepentimiento, pues a solas nadie se engaña, y menos aún en presencia de Cristo, que sacramentalmente se nos hace presente.

En las confesiones públicas de los programas televisivos, todos tratan de disculparse y de culpabilizar a la otra parte. En nuestra sociedad hay una tendencia a negar, reprimir, marginar la culpa propia. Quizás porque no hemos descubierto el perdón de los pecados como buena noticia. El cristiano no cree en el pecado: eso es algo evidente. Cree en el perdón de los pecados. Cree que Dios ama al pecador, le perdona y le acoge. Y envía su Espíritu Santo para el perdón de los pecados. El Espíritu es fuente de gozo y alegría.

Jesús nos llama a la conversión. No es una llamada que busca culpabilizar, agobiar y obligar a hacer penitencia. Lo que Jesús pretende es realizar un cambio interior, que nos permita volver a Dios y a una vida en pro de los demás. Para Jesús no se trata en el pecado de un Dios ofendido, sino del hombre que ha contraído culpa y es desgraciado, del hombre que él no quiere condenar ni castigar, sino liberar y reintegrar a la comunidad del amor.

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marcelino
9 de marzo de 2009 a las 10:26

Es verdad, nunca habia pensado en eso. la gente no le gusta confesar sus peados y sin embargo acude, por dinero, claro, a mostrar sus debilidades en publico Claro esta que esas debilidades, siempre las presentan de manera , que ellos nunca salen mal parados. Son heroes y el otro siempre tiene la culpa. De esta manera, no te liberas de nada, todo sigue igual de mal, es una espiral de odio y rencor, no conduce a ninguna parte, masacra a todos.
por el contrario, lo que jesus nos ofrece es algo nuevo y diferente. Te libera totalmente, no hay culpables, no ha odio, solo amor y eso te humaniza, simplemente.

Desiderio
10 de marzo de 2009 a las 23:52

¡Qué tristes son estas operetas de tres al cuarto que nos muestran en la televisión! ¿Cómo puede ser que haya personas que se presten a tales programas? ¿Qué planteamientos de vida pueden tener estos personajes que venden sus “intimidades” por dinero? Aunque éstos aún lo hacen por dinero pero, ¿y los que lo presencian desde sus casas?
Yo creo que para ir alcanzando la verdad del ser humano es necesario, lógicamente, ir descendiendo poco a poco en la interioridad de nuestro corazón. Y esto hay que hacerlo poco a poco, delicadamente. ¿Cómo pueden hacerlo estas personas, que viven totalmente en la superficie? Viven en la costra, y tienen una coraza tan dura que difícilmente podrán romperla para poder entrar en su corazón. Es más, pienso que ni siquiera se lo plantean. Para mí unido al hecho de que aireen sus intimidades, quizá sea peor que lo hagan con esa facilidad, porque ello implica pues eso, que por dentro están vacíos. Y me da mucha pena.
A lo mejor no hace falta irse a la tele para ver ejemplos de estos. A lo mejor si pegamos un vistazo a nuestro alrededor nos encontramos con personas que si bien no airean sus cosillas, de alguna manera también viven su vida sin asomarse verdaderamente a su interior. A lo mejor es ahí donde debemos intentar hacer algo para acercarles al Señor.

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