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Comenzar por amar a los de cerca
3 comentariosLa perfección de la caridad no está en el amor al enemigo. El enemigo es sólo el caso extremo del mandamiento del amor, un mandamiento universal, sin discriminaciones, ni exclusiones, ni excepciones de ningún tipo. La plenitud del amor está en el amor entre los hermanos de la comunidad. Este amor fraterno es un reflejo de lo que Dios es, comunión de personas unidas por un amor sin fisuras. El amor fraterno, además, edifica la Iglesia y es el gran signo de credibilidad para el mundo: en eso, en que os amáis los unos a los otros, conocerán que sois discípulos míos.
Es bueno recordarlo con ocasión de la celebración, el domingo 13 de noviembre, del día de la Iglesia diocesana. Porque, a veces, tenemos más olvidados a los que tenemos más cerca. Somos sensibles a las necesidades de los alejados, pero parece que los de cerca, como los conocemos más, ni nos preocupan ni nos ocupan. Y el amor comienza con los más cercanos, con el que tenemos al lado. Cuando vemos en la distancia, los defectos, pecados o deficiencias se difuminan mejor. Eso hace que los de lejos nos parezcan más buenos de lo que en realidad son. Desde cerca los defectos y pecados del hermano no sólo se ven mejor, sino que en ocasiones hasta se engrandecen. Y lo que nos diferencia y nos separa del hermano corre el riesgo de exagerarse. Quizás por eso es más difícil comprender, perdonar y acoger a estos de cerca que no son de nuestra cuerda, que no nos caen bien, que tienen otra sensibilidad.
Celebrar el día de la Iglesia diocesana puede ser ocasión para revisar el termómetro de nuestro amor hacia dentro, a los de cerca, a los que comparten parroquia o comunidad o grupo, aunque a veces seamos tan distintos. Pues esto, lejos de ser motivo de distanciamiento, es un motivo de enriquecimiento.