Abr
Celibato y voto de castidad
2 comentariosDe vez en cuando recibo correos que me comentan cosas del blog. Agradezco las intervenciones públicas que lo enriquecen y las observaciones privadas que me hacen. Aclaro que cuando utilizo datos de actualidad los aprovecho como pretexto. Lo que me interesa no es la actualidad, sino la reflexión que suscita. No olvidemos que el blog está albergado en una página que quiere ser “predicadora” en todas sus aportaciones.
Dicho lo cual respondo a una pregunta que me han formulado a propósito del post titulado “el hijo del Obispo”, a saber, la distinción entre celibato sacerdotal y voto de castidad. Por cierto, Fernando Lugo tenía voto de castidad, pues era religioso, llegó incluso a ser superior provincial de su Congregación. Pero vamos ya con la distinción: el voto de castidad es una promesa pública, que la Iglesia reconoce y acoge, por la que una mujer o un varón se comprometen delante de Dios no solo a vivir en continencia, sino a hacer de toda su realidad una entrega al Señor. Entrega que no les separa, sino que les abre a un amor sin límites ni discriminaciones, manifestado, a veces, en un servicio concreto a los más necesitados. Este voto, además, en monjas y monjes, religiosas y religiosos, está íntimamente relacionado con el vivir en comunidad, de modo que une a las hermanas y hermanos en un amor más elevado. Y es un signo, ante el mundo, de que la Iglesia tiene como único esposo a Cristo.
El celibato es una ley de la Iglesia para algunos de sus presbíteros, porque en la Iglesia católica oriental hay presbíteros casados muy beneméritos. Una ley que debe vivirse como un don de gracia y un signo del Reino de los cielos. Pero mientras el voto de castidad es consustancial a la vida monástica o religiosa, el celibato no es consustancial al sacerdocio. Por eso nunca será un tema cerrado, como pudiera serlo (al menos por ahora) la cuestión del sacerdocio de la mujer. Digo pudiera serlo y digo por ahora, para que se comprenda bien lo primero: que el celibato es un tema abierto. A mi no me cabe duda de que la mayoría de los presbíteros viven el celibato con elegancia y gran espíritu apostólico. Y que si se aboliera esta ley muchos permanecerían célibes.