May
Castidad para religiosos y casados
6 comentariosLa castidad no es exclusiva de monjas y religiosos. Es propia de todo cristiano; más aún, de toda persona decente. El diccionario define la castidad como virtud opuesta a la lujuria. La lujuria es un uso desordenado de la sexualidad. La sexualidad, como tal, es buena, bendecida por Dios. Vivida cristianamente en el matrimonio es un sacramento en el que Dios se hace presente. Porque Dios, en contra de lo que algunos imaginan, se hace presente sobre todo en lo más placentero y agradable de la vida. El nuestro es el Dios del juego, de la fiesta, de la vida y de la alegría. Ocurre que la sexualidad, como todas las cosas buenas, puede vivirse y utilizarse mal. También el vino es una buena bebida; pero el mal uso del vino puede conducir a la muerte. Solo si los cristianos dejamos claro que estamos a favor del placer, solo entonces tendremos audiencia cuando critiquemos el uso desordenado del placer.
Si la castidad es propia de todo cristiano, ¿cómo entender el voto de castidad de los religiosos? Los religiosos se comprometen a vivir la castidad en la continencia, de la misma forma que un casado debe vivir la castidad en el matrimonio. Insisto, vivir la castidad en el matrimonio no es abstenerse de tener relaciones sexuales, sino vivir cristianamente la sexualidad. El religioso hace de su modo de vivir la sexualidad un signo, el signo de que la Iglesia tiene como único esposo a Cristo. El casado vive la sexualidad como signo de la entrega de Cristo a su Iglesia.
Vivir la castidad en la continencia llama la atención, porque no es lo más corriente. En este sentido la vida religiosa es un signo llamativo, un recordatorio que algo que interesa a todos y a lo que todo cristiano debe tender: la entrega total a Cristo. Es un signo, y como tal signo, apela a la responsabilidad de quienes se comprometen a vivirlo. Y a vivirlo en la alegría y la apertura a los demás. Pues el voto no nos encierra en nosotros mismos. Si nos abre a Dios, nos abre también a los demás. Eso queda claro en la labor misionera de muchas religiosas y religiosos que manifiestan el amor de Cristo hacia los más marginados, solitarios y abandonados. El voto se convierte así, además de en signo de consagración, en denuncia profética contra una sociedad que margina a los que no considera útiles.