Jun
Caridad lingüística y un poco de sal
10 comentariosBernardo es un buen amigo que tiene su propio blog y que, en ocasiones, enriquece el mío con sus comentarios. Su última aportación sobre la caridad lingüística o comunicacional me ha parecido espléndida y me ha recordado un coloquio de un grupo de frailes dominicos con un doctor en medicina, buen representante de lo que algunos consideran “lo católico”, del que esperábamos consideraciones científicas y escuchamos consideraciones morales. Por ejemplo sobre la vacuna contra el papiloma humano. El médico se manifestó contra esta vacuna porque fomentaba la promiscuidad. Se encontró con la siguiente respuesta: eso sería como decir que los católicos debemos estar en contra de toda vacuna que cure el Sida porque así fomentamos la homosexualidad. Sobre la vacuna contra el papiloma humano he tenido ocasión de escuchar unas declaraciones de una monja benedictina, doctora en medicina, Teresa Forcades, que tampoco la recomienda, pero sus explicaciones me han resultado más convincentes, primero por la forma elegante y pacífica de exponerlas, y después por dar razones de tipo científico. Cuando sabemos ir a lo esencial de los asuntos, lo demás viene por añadidura. Y cuando sabemos encontrar la caridad comunicacional tenemos muchas más posibilidades de ser comprendidos y acogidos.
San Pablo no hablaba de caridad lingüística, pero sí aconsejaba que para “responder a cada cual como conviene”, nuestra “conversación sea siempre amena y sazonada con sal” (Col 4,6). Es importante sabernos explicar, dar buenas razones. Pero esas buenas razones son mejor aceptadas por el interlocutor cuando sabemos acoger la parte de verdad que hay en el otro y ofrecemos nuestra verdad con elocuencia, persuasión y hasta un poco de gracia y buen humor. Muchas veces los modos desmienten los contenidos. Por muy buena que sea la doctrina, una mala presentación puede hacerla aborrecible. Ocurre como con el crédito. Uno no solo lo tiene, sino que también se lo dan. Y el crédito importante es el que te dan porque te lo has sabido ganar. Los clásicos hablaban de captatio benevolentiae, de conseguir el interés y la buena disposición del auditorio.