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Belleza de las cosas y Dios como Belleza
7 comentariosEl Papa ha consagrado el templo de la Sagrada Familia, esta magna obra de Antonio Gaudí que, además de genial arquitecto era un cristiano consecuente, hasta el punto de que hizo de su arte una espléndida catequesis. Inspirándose en el libro del Apocalipsis quiso que el templo fuese un signo del cielo en la tierra, la nueva Jerusalén que habita en medio de la ciudad de Barcelona, símbolo de todas las ciudades y personas que necesitan a Dios. El templo de la Sagrada Familia es universal, porque la belleza y el arte es de todos. Y Cristo es para todos. Por eso, en los muros del templo se encuentra escrito el padrenuestro en más de 50 idiomas.
Tres detalles del discurso del Cardenal Martínez Sistach me han gustado y, sin duda, habrán complacido al Papa: primero le ha calificado, citando a Santa Catalina de Sena, de “dulce Cristo en la tierra”; luego ha notado una peculiaridad del Credo, tal como se recita en Cataluña y Baleares, que añade a las notas de la Iglesia “una, santa, católica y apostólica”, la nota de “romana”, como signo de comunión entre todas las Iglesias; finalmente, se ha referido a la devoción de Gaudí a San José (también lo ha hecho el Papa en su homilía), una devoción que le hizo confiar en que su intercesión favorecería la terminación del templo, recordando al respecto que José es el nombre de bautismo del Papa.
La homilía del Papa, en consonancia con la simbiosis entre fe, liturgia y arte que es el templo de la Sagrada Familia, ha sido una llamada a reconciliar la fe con la razón, la inteligencia con la libertad, el amor con la fidelidad y, por encima de todo, al encuentro de Dios con la persona humana y de ésta con Dios. Selecciono este estupendo párrafo: Antonio Gaudí “hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.