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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Oct
2022

¡Ay qué larga es esta vida!

7 comentarios
velasdiadifuntos

A la mayoría de nosotros, por mucho que dure la vida, siempre nos parece corta. Cuando lo pasamos mal no deseamos acortar la vida, deseamos acortar el sufrimiento. Incluso los que se suicidan no quieren quitarse la vida, lo que quieren es quitarse de encima lo insoportable de la vida. Y para eso no encuentran mejor método que quitarse la vida. Pero si a quienes van a quitarse la vida, les ofrecieran palabras de esperanza y alivio para sus penas, seguro que no lo harían. Eso vale también para esas leyes que posibilitan la eutanasia. Pues el remedio para las personas que sufren no es facilitarles la eutanasia, sino ofrecerles buenos cuidados paliativos, buen acompañamiento, cercanía y cariño.

Dejo esto porque ahora me interesa responder a la pregunta de quién puede decir, sinceramente, que la vida es larga. Solo puede decirlo aquel que espera una vida mejor y sabe que a esta vida mejor solo se accede saliendo de esta. En esta línea van estos versos de Teresa de Jesús: “¡Ay qué larga es esta vida!, / ¡qué duros estos destierros!, / ¡esta cárcel, estos hierros, / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida / me causa dolor tan fiero, / que muero porque no muero”. Y estos otros: “Aquella vida de arriba, / que es la vida verdadera, / hasta que esta vida muera, / no se goza estando viva”.

La fiesta de todos los santos y la conmemoración de los fieles difuntos son una ocasión para recordar que la verdadera cuestión frente a la muerte, no es la muerte misma, sino el modo de vivir y la esperanza con la que morimos. Según como haya sido nuestro modo de vivir, así será nuestra esperanza. Por eso, lo problemático no es tanto la muerte, sino la manera de afrontarla. Para quienes viven “sin Dios y sin esperanza” (Ef 2,12), pues una cosa conlleva la otra, la muerte es algo no deseado y suele vivirse como un ataque desde el exterior, como algo angustioso y oscuro. En la medida en que nos aceramos a Dios y nos asemejamos a Cristo, tal angustia desaparece. Y así es posible experimentar la muerte como la realización no traumática de nuestra hambre de trascendencia, como paso hacia la plena divinización.

Si creemos de verdad, como dice la liturgia, que “la vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrena, se nos prepara en el cielo una mansión eterna”, entonces es posible pensar en “la hermana muerte” (Francisco de Asís), o exclamar: “muero porque no muero” (Teresa de Jesús), o decir, como San Pablo: “para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor” (Flp 1,21.23). Al respecto cabe también recordar esta palabra de Jesús: “Si me amaráis, os alegraríais de que me fuera al Padre” (Jn 14,28).

De estas cosas sólo puede hablarse con mucha seriedad y con mucha serenidad. La esperanza cristiana no es un antídoto contra la tristeza, sino contra la desesperación.

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Eugenio
31 de octubre de 2022 a las 09:44

Magnifico Martin como siempre.
Aporto al diálogo q si conozco personas que la vida se les hace larga. Es verdsd que sobre todo en contexto de sufrimiento pero también de simple desgaste y de misión cumplida

MARÍA
31 de octubre de 2022 a las 10:04

Fiesta de los Santos!!! Con muchos hemos convivido...abuelos, padres, amigos. Gracias por su precioso comentario.
Aprender a vivir con el horizonte de la Vida, cada día nos acercamos más

juan garcia
31 de octubre de 2022 a las 10:06

Aceptar la vida y la muerte, con sus penas y alegrias, creo ser nuestro destino, presente y futuro, pues no somos nosotros quien tiene la ultima palabra. Se nos ofrecen calmantes para nuestras penas, pero un corazon alegre y agradecido es el mejor antidote. No todo el mundo puede exclamar "muero porque no muero", pues el camino de la perfeccion es largo y costoso. Paso a paso, y con la ayuda del Senor, llegaremos a nuestro destino. Gracias, fray Martin, por tus reflexiones.

Valero
1 de noviembre de 2022 a las 08:42

"la verdadera cuestión frente a la muerte, no es la muerte misma, sino el modo de vivir y la esperanza con la que morimos". Qué razón tienes Martín, gracias por tus palabras. Ojalá aumente en mi esa sed de vida eterna, de llegar al cielo y abandonar este mundo ya que paradójicamente, cuanto más anhele el cielo, más gustaré en esta vida que la verdadera vida es morir amando, es decir, en esa amorosa renuncia en la que el otro es lo importante.

Hormias
1 de noviembre de 2022 a las 09:08

Qué acertado.. Muchas gracias fray Martín

MARI CARMEN Barrionuevo Martí
4 de noviembre de 2022 a las 07:01

Me ha impactado la reflexión. La comparto totalmente

Valero
2 de noviembre de 2025 a las 08:53

Fiedrich Nietzsche dijo que la esperanza era el peor mal del hombre porque le prolongaba el sufrimiento quizá porque el veía la esperanza como una alienación o una ilusión a la que aferrarse para ganar tiempo y esperar tiempos mejores que nunca llegarían, sin embargo la esperanza cristiana no consiste en alejarse del sufrimiento todo lo que se pueda si no en saber que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, que en Cristo ha sido resucitada la naturaleza humana. Convivo cada día con una enfermedad terrible que le arrebata la esperanza a la persona que más quiero y lo que impide que me rompa por dentro es no dudar de que Dios es un Padre bueno y que Él sacará vida de la muerte y esto fortalece en mí, la capacidad de cuidar a mi esposa y consolarla sabiendo que Dios me ha creado y pensado para amar y para llevar la esperanza a quien no la tiene.

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