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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

12
Abr
2009

Anuncio provocador

6 comentarios

Una vez martirizado Jesús, y tras un largo Sábado Santo, muchas y muchos de los que lo habían seguido proclamaron valientemente que Jesús estaba vivo, había resucitado de entre los muertos, y se habían encontrado con él, experimentando en sus vidas su presencia y la fuerza de su Espíritu. El anuncio, después de la decepción del Viernes Santo, no fue fácil. Y solo se explica porque Jesús mismo, en contra de las expectativas de los suyos, se dejó ver; impuso su presencia a aquellas mujeres y a aquellos varones antes decepcionados y acobardados. Entonces recobraron la alegría, y también el valor para anunciar algo que resultaba peligroso para sus vidas. Pues anunciar que Jesús había resucitado equivalía a decir no solo que su causa seguía en pie, sino que él mismo estaba vivo para ponerse al frente de la causa. Esto significaba, además, que Dios había dado la razón a Jesús y se la había quitado a sus asesinos; significaba que las autoridades se habían equivocado, que ellas no tenían razón, que no habían podido con Jesús y, por consiguiente, tampoco iban a poder con los suyos. La proclamación de la resurrección no dejó indiferente al poder religioso y político que había condenado a Jesús. Anunciar la resurrección era una provocación.

¿Sigue siendo provocador hoy el anuncio de la resurrección de Cristo o lo hemos convertido en un anuncio inocuo? ¿Resulta peligroso, arriesgado, anunciar esa resurrección? Solo si este anuncio va acompañado de un serio compromiso a favor de la justicia y la vida, y en contra de la muerte y la desgracia, solo entonces este anuncio puede resultar una buena noticia para las víctimas y una seria advertencia para los verdugos. En un anuncio así se manifiesta el poder de vida del Espíritu del Resucitado que mueve a sus portadores a actualizar en nuestro mundo la palabra y la obra de Jesús de Nazaret.

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marcelino
12 de abril de 2009 a las 13:50

Pues si, resulta peligroso ser cristiano, y la verdad es que no entiendo porque. Jesus ya dijo, si hacen esto conmigo que soy el Maestro tambien lo haran con vosotros. Pero no lo entiendo. En mi experiencia descubro que la gente piensa que tu luchas por la vida y la justicia por algo, que ocultas algo, y que no eres trigo limpio, lo haces por algun interes oculto. Y el unico interes es el amor, y este es totalmente desinteresado , no busca nada a cambio ni siquiera que lo entienda alguien.

Bernhar
12 de abril de 2009 a las 21:40

Hay dos fundamentos de la fe cristiana que poco o nada dicen al común de los creyentes. Uno, como ya lo dijera Rahner, la Trinidad; el otro la Resurrección. Es curioso que lo más revolucionario del crisitanismo sea lo menos relevante. La concepción de un Dios que no es el "Theos" aritotélico alejado del mundo, ni el "Solitario" neoplatónico incómodo con él, ni el Castigador autocomplaciente, resulta totalmente revolucionario. El Dios Comunidad de Amor en donde las "personas" son lo que dan y que es capaz de abajarse de modo que venga a ser nada con el mundo de los hombres, ese Dios no servía para el Imperio, por eso fue domesticado en sucesivos concilios con el fin de que pudiera ser el Dios de ese Imperio que torturó y ejecutó a Jesús de Nazaret, el Verbo Encarnado, el Hijo de Dios.
El primer concepto que fue "reducido" fue el de Resurrección, perfectamente amoldado al concepto de inmortalidad griega. Como bien decía el joven Ratzinger: la inmortalidad sólo puede ser entendida como dialógica, la otra es puro dualismo que nada tiene que ver con el cristianismo.
Bernardo

Desiderio
13 de abril de 2009 a las 23:38

Yo creo que más que ser peligroso ser cristiano, es incómodo. De alguna manera parece que nos hemos acomodado a esa vida fácil, a ese cristianismo personal, poco implicado con el exterior, con la sociedad, y mucho menos con el mundo. ¿Cuántos de los que nos decimos cristianos, si nos jugáramos la vida como se la jugaron los Apóstoles, o se la juegan hoy en día tantos hermanos en países en los que no son muy bien recibidos, defenderíamos nuestra fe? De alguna manera estamos influidos por esa sociedad del bienestar, de la comodidad, del egoísmo. Y quizás hemos permitido que nuestra fe se reduzca únicamente a nuestra conversión personal. Entiendo que ese es un primer paso, pero si no tenemos un compromiso serio con el prójimo, con la sociedad, nuestra fe se convierte en una acalladora de conciencias, e incluso en una forma muy sutil de egoísmo.
Otra cosa es cómo enfocar nuestro mensaje a la sociedad postmoderna. A mí me resulta especialmente difícil entablar un diálogo profundo con ella, básicamente porque en general no suele descender más allá de la superficie. Entiendo que para poder plantearse siquiera el tema de la fe, el tema de creer o no en Dios, se necesita un mínimo de madurez humana, que hoy en día brilla por su ausencia. Percibo que cuando hablamos de verdades profundas del ser humano, no se sienten interpelados para nada. Y ya digo, me resulta difícil acercarme. En este sentido creo que debemos hacer un verdadero esfuerzo para dialogar con el hombre postmoderno, con el hombre light.

David Machancoses
1 de mayo de 2022 a las 12:08

Efectivamente, el diálogo está roto y perder tiempo con un abducido ya no es interesante.
Yo pienso desde la humildad que hay aprovechar las catequesis de los jóvenes y en las comunidades para eliminar el miedo.
Sinceramente este es el quid de la cuestión, el miedo paraliza la capacidad innata del ser humano para discernir El maligno sólo nos mete miedos, tales como vemos en las televisiones, donde nada tiene sentido. Cuando la persona actúa por miedo, no lo hace libremente.
En un mundo donde no hay esperanza la gente se pierde en los vicios y el resto cara a la TV para acabar de idiotizarlos. Ahí es donde el diablo nos está ganando.
Sólo haciendo conscientes a los que no están abducidos, el mensaje cristiano podría llegar. Un mundo donde fuésemos humanos y no deshumanizado.

Valero
1 de mayo de 2022 a las 16:02

El sólo hecho de confesarte católico ya supone -al menos en los ambientes literarios de los que deambulo- el sólo hecho de confesarte católico ya supone, que te miren como a un retrógrado y un crédulo. Los inteligentes de este mundo que se tienen por muy abiertos de mente, no suelen ser respetuosos sin embargo, con nada que tenga que ver con la trascendencia. Cuando San Pablo dijo en el areópago de Atenas que Cristo había resucitado, se burlaron o se escandalizaron. Lo mismo ocurre ocurre hoy. Si a eso se le añade que la fe es un combate pues cada día experimento que soy barro y que vivo de la misericordia de Dios, queda dicho todo acerca de la dificultad de ser creyente en medio de un mundo que siempre ha negado que sólo Dios es.

Valero
20 de abril de 2023 a las 09:00

Afirmar la resurrección de Cristo es afirmar que la vida a vencido a la muerte, es testimoniar que el mundo no tiene razón -y no sólo los poderosos- cuando dice que el aborto y la eutanasia son soluciones o como mucho males menores, y los mismo con las guerras y con esa forma que tenemos los vivimos en los países ricos, de negarnos a acoger a aquellos que llegar a nuestras fronteras buscando una vida más digna. Por ello creo que afirmar que Jesucristo es la vida, sigue siendo provocador.

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