Abr
Anuncio provocador
6 comentariosUna vez martirizado Jesús, y tras un largo Sábado Santo, muchas y muchos de los que lo habían seguido proclamaron valientemente que Jesús estaba vivo, había resucitado de entre los muertos, y se habían encontrado con él, experimentando en sus vidas su presencia y la fuerza de su Espíritu. El anuncio, después de la decepción del Viernes Santo, no fue fácil. Y solo se explica porque Jesús mismo, en contra de las expectativas de los suyos, se dejó ver; impuso su presencia a aquellas mujeres y a aquellos varones antes decepcionados y acobardados. Entonces recobraron la alegría, y también el valor para anunciar algo que resultaba peligroso para sus vidas. Pues anunciar que Jesús había resucitado equivalía a decir no solo que su causa seguía en pie, sino que él mismo estaba vivo para ponerse al frente de la causa. Esto significaba, además, que Dios había dado la razón a Jesús y se la había quitado a sus asesinos; significaba que las autoridades se habían equivocado, que ellas no tenían razón, que no habían podido con Jesús y, por consiguiente, tampoco iban a poder con los suyos. La proclamación de la resurrección no dejó indiferente al poder religioso y político que había condenado a Jesús. Anunciar la resurrección era una provocación.
¿Sigue siendo provocador hoy el anuncio de la resurrección de Cristo o lo hemos convertido en un anuncio inocuo? ¿Resulta peligroso, arriesgado, anunciar esa resurrección? Solo si este anuncio va acompañado de un serio compromiso a favor de la justicia y la vida, y en contra de la muerte y la desgracia, solo entonces este anuncio puede resultar una buena noticia para las víctimas y una seria advertencia para los verdugos. En un anuncio así se manifiesta el poder de vida del Espíritu del Resucitado que mueve a sus portadores a actualizar en nuestro mundo la palabra y la obra de Jesús de Nazaret.