Ago
Amistad de oro
6 comentariosEl deporte es competencia. Los que participan en las olimpiadas quieren ganar. Para que uno gane, otros tienen que perder. Pero el deporte puede y debe vivirse como una competencia sana. En la que el perdedor no se sienta humillado. Hay dos datos en las olimpiadas que ayudan a fortalecer este dicho de que más importante que ganar es participar. El primero: no es solo uno el que sube al podio. Son tres los que reciben medalla, son tres los reconocidos como mejores. Y en el podio, normalmente, tras la entrega de las medallas, los tres suben abrazados al cajón más alto, como signo de unidad y de encuentro. Por otra parte, los vencedores son muy conscientes de que los perdedores son casi igual de buenos que ellos, porque las diferencias entre unos y otros, en las pruebas de velocidad por ejemplo, son de centésimas de segundo. Todos son muy buenos. Las diferencias entre unos y otros son mínimas. He ahí un dato importante que todos deberíamos aprender: lo que me separa del otro es tan pequeño, tan pequeño, que, en el fondo, no vale la pena envidiarle.
Hay otro aspecto importante que queda bien realzado cuando se compite en equipo. El equipo es motivo de amistad. Eso ha quedado claro en el triunfo de Rafael Nadal con su compañero de dobles, Marc López. Ambos han transmitido valores como esfuerzo, valor, tesón. Y algo más. Una persona me ha enviado esta reflexión: “En época de mobbing, bulling, Rafa y Marc nos han transmitido el valor de la confianza y la amistad en el otro, del apoyo mutuo, de poner en común cada cual sus dones. La amistad, ese plus que da alas en la consecución de objetivos. La amistad, aliento de Vida”. Efectivamente, en un mundo dónde abunda el acoso, el “quítate tú para que me ponga yo”, es importante esta imagen de dos amigos que se abrazan, la imagen de que hay sitio para todos.
Más aún: Otro abrazo, el de Nadal con el argentino Del Potro, el abrazo del perdedor con el ganador, es signo de que podemos reconocer los valores del hermano sin celos, ni envidias, ni enemistades. Solo saben ganar los que saben perder. Cuando pierden no se hunden y cuando ganan no se ensoberbecen. No es bueno alegrarse de las derrotas ajenas. Porque el fracaso, la derrota, el no ser el primero, un día me alcanzará a mi. Y en ese momento lo que me gustaría no es que el otro se riera, sino que me diera la mano y me dijera: “tranquilo, solo era un juego”. El juego acaba, la amistad perdura.
Cierto, el deporte es también un colosal negocio. Aún así, me ha parecido oportuno destacar algunos de sus lados buenos. Y puestos a destacar cosas buenas, vuelvo a tomar prestadas las palabras de esa persona que antes he citado y que me ofrece esta otra reflexión: “Es hermoso ver como el extraterrestre Phelps vuelve a la piscina para firmar una salida como le corresponde, dejando atrás las sombras, rescatado por el amor de su pareja y su hijo. Y es que los héroes deportivos son seres frágiles en la vida cotidiana. Necesitan de personas que les quieran por ellos mismos. No todos lo consiguen, devienen juguetes rotos, ícaros de alas quemadas. Muchos se aprovechan de ellos, producen mucho dinero, imágenes de marcas, en esta época de consumo masivo de imágenes, de nuevas sensaciones. ¡Ojala los valores auténticos del deporte lleguen a la vida cotidiana!”.