Jun
Ambiente raro
1 comentarios¡Qué cosas tiene uno que leer! A veces es mejor no enterarse para vivir más feliz. Lo malo y lo triste es que sobre esas cosas muy secundarias, poco importantes y marginales, se hace mucho ruido, logrando así causar risa a los que están fuera y poner de mal humor a muchos que están dentro. Ahora resulta que los grandes temas eclesiales son la Misa en latín, la comunión en la boca y de rodillas, los cambios en el palio y el báculo del Papa y hasta la marca de sus zapatillas. ¡Por favor!
Hay una categoría teológica, muy práctica, que no se menciona, aunque tengo la impresión que sí se practica o no (según como se mire), aún sin saber que se practica o no, como le ocurría a ese personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo. Me refiero a la “recepción”. Con este término se indica la aceptación de las verdades referentes a la fe y a las costumbres. El problema aparece cuando se trata de recibir determinadas costumbres que a un gran número de personas les resultan extrañas, bien por estar acostumbrados a otras costumbres, bien porque no acaban de ver las razones de la propuesta. Cuanto más secundario sea el asunto mayor será la diversidad de opiniones o de costumbres, y más difícil resultará la recepción de una única norma o costumbre. Precisamente porque se trata de temas secundarios la autoridad eclesial se limita a recomendarla, pero no a imponerla. Lo malo es que quienes son favorables a la costumbre recomendada, supuestamente recomendada, permitida o tolerada (porque a veces tampoco está muy clara la distinción) se atribuyen el papel de guardianes de la ortodoxia y hasta de la fe y la moral, y se dedican a descalificar a la inmensa mayoría de los que no siguen tal costumbre, pongamos por caso la comunión de rodillas y en la boca. Todo esto crea un mal ambiente, facilita la burla de los de fuera, hace que nos perdamos en cuestiones secundarias, provoca desorientación en la gente sencilla y buena, y produce la impresión de que los que mandan siempre se colocan al lado de las posiciones más extrañas, minoritarias, rígidas y anticuadas. Y lo que es peor, todo eso no favorece la recepción de lo único que importa recibir, que es el Evangelio de Cristo.