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Amarse a sí mismo
3 comentariosJesús ratifica con su autoridad este texto del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En esta formulación aparecen dos destinatarios del amor: el prójimo y uno mismo. Más aún, parece que el amor a uno mismo es condición del amor al prójimo. Si el prójimo debe ser amado como uno mismo, entonces el amor a uno mismo es la medida de nuestro amor al prójimo. De hecho, quienes tienen dificultades para aceptarse a sí mismos son los que también tienen dificultades para relacionarse con los demás. Pero, por otra parte, hay un amor a uno mismo que impide amar a los demás: es el amor egoísta, que piensa que para ser grande los demás tienen que ser pequeños; este amor egoísta está muy relacionado con la envidia, que es un entristecerse por el bien de los demás. Como si el bien de los demás fuera una sombra que nos hiciera menos buenos.
El Papa, comentando el himno a la caridad de la primera carta a los corintios, ha reflexionado sobre el amor a uno mismo y ha escrito: este himno afirma que el amor “no busca su propio interés”, o “no busca lo que es de él”. También se usa esta expresión en otro texto: “no os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás” (Flp 2,4). Ante una afirmación tan clara, sigue diciendo Francisco, hay que evitar dar prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás. Una cierta prioridad del amor a sí mismo sólo puede entenderse como una condición psicológica, en cuanto quien es incapaz de amarse a sí mismo encuentra dificultades para amar a los demás: “el que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso?... Nadie peor que el avaro consigo mismo (Si 14,5-6).
Tomás de Aquino explicó que pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado. De hecho, las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas. No hay que olvidar que, según dice de Jesús, el amor más grande es “dar la vida” por los amigos (Jn 15,13). O sea, preferir la vida del amigo a la propia. El amor a los amigos es un modo especial de amar al prójimo. El colmo del amor al prójimo sería dar la vida por los enemigos, aunque no sea este el amor más grande. El más grande es dar la vida por los amigos. ¿El amor al prójimo pide llegar a tanto con los desconocidos y no digamos con los enemigos? Aquí habría que aplicar otra reflexión de santo Tomás: el ser humano está más obligado a mirar por su propio bien que por el bien de los demás.
Una pregunta puede ayudar a entender lo precedente: ¿qué significa cristianamente amarse a sí mismo? Desearse lo mejor. Y lo mejor que puedo desearme a mi mismo es Dios. Amarme de verdad a mi mismo es volverme hacia Dios y cumplir su voluntad. A partir de ahí desaparecen todos los egoísmos y resulta posible comprender que el amar a los demás como a uno mismo pueda conducir a no buscar el propio interés, sino el interés de los demás, porque mirando por el bien del otro, aún a costa de mi propio interés, estoy encontrado a Dios en el prójimo. Y, como hemos dicho, el amar a Dios es el mejor modo de amarse uno mismo.