Sep
Amar la verdad
9 comentariosSan Pablo recomendaba “examinarlo todo y quedarse con lo bueno” (1Tes 5,21). El amante de la verdad no rehuye escuchar a nadie, ni deja de examinar nada. El amante de la verdad está siempre en búsqueda y se alegra de encontrar fragmentos de verdad, estén donde estén y vengan de donde vengan, fragmentos que se identifican con lo bello, lo justo, lo auténtico, lo amable. El amante de la verdad sabe que ésta le supera siempre, que es mayor que él, que no puede encerrarla en sus ideas. De ahí la necesidad de escuchar al otro, buscar conjuntamente. Cuando hay distintas opiniones o respuestas ante un problema, el amante de la verdad escucha a todas las partes, porque siempre hay algo de razón en cada una. En el momento de aceptar o rechazar una opinión, dice Tomás de Aquino, “no hay que dejarse llevar del sentimiento, es decir, del amor o del odio hacia quien la propone, sino por la certeza de la verdad. Hay que amar a uno y a otro, tanto a aquel cuya opinión aceptamos, como a aquél cuya opinión rechazamos, convencidos de que ambos se aplicaron a la búsqueda de la verdad, y en esto son colaboradores nuestros”.
Aquel cuya opinión rechazamos es ¡colaborador nuestro en la búsqueda de la verdad! ¡Y hay que estarle agradecido! ¡Sabia lección la de Tomás de Aquino! Las ciencias avanzan gracias a los errores y la teología gracias a las herejías. Por eso, condenar, prohibir determinadas publicaciones o lecturas, leer siempre lo que va en una determina dirección, negarse a escuchar a aquel del que disentimos, y no digamos irritarse cuando alguien se muestra en desacuerdo con nosotros, todo eso no son signos de amor a la verdad, sino claras señales de cerrazón mental, de incapacidad de comprender. La herejía ha contribuido tanto como la reflexión ortodoxa al encuentro de la verdad religiosa. Los herejes han estimulado la inteligencia creyente, han ayudado a ver las dificultades de la exposición ortodoxa, a purificar lo que de incorrecto pudiera tener esta exposición, a mejorar el lenguaje, a adaptarlo a la cultura, a profundizar su sentido. De ahí que el amante de la verdad no tiene miedo a las dificultades que se presentan contra la fe, porque éstas estimulan la mente a una mejor comprensión de la misma fe.