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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
May
2009

Amar con obras y según la verdad

5 comentarios

“Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad. En eso sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él” (1Jn 3,7-19).

El amor no es asunto solo de sentimientos. Se manifiesta en la toma de decisiones concretas a favor del prójimo necesitado. La primera y principal decisión que manifiesta el amor del que tiene bienes, y todos tenemos alguno, es el compartirlos con el que no los tiene. Todos podemos y debemos compartir. Paradójicamente el que da, también recibe. Y recibe más de lo que imagina. Recibe el agradecimiento de aquel con el que comparte. Recibe también una gran alegría: las alegrías más intensas de la vida brotan cuando un don provoca la felicidad de los demás, ya que “mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hech 20,35). El dar, lejos de significar una pérdida o un empobrecimiento, es una ganancia y produce la convicción de una mayor riqueza: doy porque tengo. Manifiesto así mi riqueza, mi capacidad y mis posibilidades.

El texto de la carta de Juan concluye diciendo que cuando amamos según la verdad, o sea, compartiendo los bienes que tenemos con el que no tiene, conocemos que somos de la verdad y tranquilizamos nuestra conciencia. Conocemos que somos de la verdad, la Verdad que es Dios. Tenemos, pues, una experiencia de Dios. A Dios, en este mundo, sólo lo encontramos a través de mediaciones. Una mediación privilegiada de este encuentro es el dar, el compartir. Además, así tranquilizamos nuestra conciencia: la conciencia no nos condena, se siente segura y en paz. Nada vale tanto como esta sensación de sentirse bien y en armonía consigo mismo. Esta tranquilidad de conciencia es lo mismo que haber encontrado nuestro verdadero yo, ese yo auténtico, tantas veces escondido debajo del yo inauténtico, el yo egocéntrico, que sólo piensa en sí mismo y así se pierde. El yo que nos abre a los demás es el verdadero, el que se encuentra y se gana a sí mismo.

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fray Benito
18 de mayo de 2009 a las 17:53


Siempre hay excepciones,pero el afán de tener cosas nos agobia y nos inquieta.Poseemos muchas cosas,pero terminamos siendo poseidos por ellas.Las cosas nos convierten en sus esclavos. Trabajamos y vivimos para ellas. Y ya no podemos vivir sin ellas. ¡Son tantas nuestras necesidades! Las cosas forman parte, de nuestro corazón,de nuestro ser.

Una lucha liberadora,plantar cara al consumismo,llegar a ser normalitos y corrientes de lo contrario nos alejamos de los pobres. Y mira que hablamos veces de la pobreza pero es pura teoría.Tenemos la cara dura de predicarla.
Hemos de coger nuestras cosas amigo, aún esas que te parecen más necesarias y tirarlas a la otra orilla del río. Hemos de tirarlas donde están los pobres,pobres de donero, pobres de trabajo,pobres de afecto,pobres de salud,pobres de conocimientos...........para que podamos acercarnos a ellos,tirarlas donde está Dios,para que podamos acercarnos a EL.

fray Benito

Bernardo
18 de mayo de 2009 a las 19:37

La verdad, no en sentido aristotélico, sino en el sentido bíblico. Se trata de una verdad moral más que intelectual. Deberíamos comprender que la verdad intelectual es posterior a la moral, si no amamos a los demás y a lo que nos rodea, no podemos vivir en la verdad y nuestra razón sólo servirá para oprimir y no para compartir. Es lo que sucede con tantos "sabios de este mundo" que son necios para Dios. Si no tenemos el concepto de verdad mesiánica, no podemos alcanzar la verdad intelectual. Fue el error de los gnósticos, según el cristianismo primitivo, y el error del mundo postmoderno donde se puede diferenciar el conocimiento del amor, la veritas del ágape.

Desiderio
19 de mayo de 2009 a las 21:46

A mí se me antoja complicado vivir el espíritu de pobreza en mi vida cotidiana. No lo digo en el sentido de que vivo sumergido en la riqueza, ni mucho menos, sino en el sentido de que, por vivir en la sociedad en que vivimos, un mínimo de bienes entiendo que es necesario, y me es difícil establecer el límite en el que, al traspasarlo, cruce de lo necesario a lo superfluo. Entiendo que es importante no crearnos esas necesidades ficticias de las que habla fray Benito, vivir nuestras vidas con austeridad, con espíritu de desprendimiento…, pero ya digo, me es difícil. Incluso a veces he tenido que echar mano de un consejo sabio y prudente, pues no sé si pecaba de cierta escrupulosidad.
Ese equilibrio entre lo que tenemos y lo que no deberíamos tener, más que algo impuesto, creo que debe partir de una conciencia madura, serena y generosa. Aunque resulte un poco paradójico, creo que se puede dar el caso de que alguien que posea menos esté más lejos del Reino que alguien que posea más, o sea, que no hay una relación biunívoca (en general). En cualquier caso, como se dice en el post, vivir esa generosidad será sin duda nuestra mejor inversión. Y fruto de ella, estaremos más cerca de la Verdad y, como dice Bernardo, viviremos en la Verdad, viviremos la Verdad.

Comentarista
19 de mayo de 2009 a las 22:08

“Cuando amamos según la verdad, conocemos que somos de la verdad y tranquilizamos nuestra conciencia”. Esta afirmación de San Juan siempre me ha llamado la atención, porque me parece que indica que “Amar según la verdad” es AMAR COMO DIOS AMA. Una y otra vez repetimos que Dios es Amor, es don permanente para el hombre. Se lo da todo, su vida y su subsistencia, cuanto es. Por eso entiendo que el hombre vive en la verdad cuando ama tal como Dios ES Y AMA, y de ahí que ese amor produzca la tranquilidad de su conciencia. Como muy bien dice Vd, P. Gelabert, el egoísta, el que no ama, el que no se abre a los demás, especialmente a los más necesitados, y no comparte sus bienes, no llega nunca a conocer en profundidad su propio yo, porque Dios, al crear al hombre a su imagen y semejanza, ha dejado impreso en él SU SER Y MISIÓN DE DON Y DONACIÓN SIN LÍMITES A SUS HERMANOS.

Isabel
20 de mayo de 2009 a las 13:35

Os cuento una anecdota que me ocurrió ayer y viene al caso.
Tuve que llevar en mi coche a una amiga que tenía consulta de médico.No encontré aparcamiento libre y dejé el coche en doble fila,por este motivo no podía separarme del vehículo.Allí estaban sentados bajo un árbol,cinco hombres jóvenes,que esperaban la salida de un coche para darle entrada a otro y asi,poder recibir del propietario una moneda,un euro, para repartir entre cinco.Pude por fin aparcar bien el mio y salí a dar una vuelta caminando, mientras esperaba.Se me acercaron estos hombres,poco a poco entablaron una conversación comigo que,a duras penas podía entender,hablaban inglés pero ,decían palabras en español.Me contaron que,querían trabajo,que habían llegado a España y se pusieron a trabajr en la costrucción,que esto se había terminado,que sus familias habían quedado en su País ,la India.Un euro cada tanto para todos no les permitia comer ni pagar un alojamiento.Imaginaros mi angustia.¿Qué compartiría con ellos,mi coche,mi T.V.? qué?.La solución me vino cuando como estais comentando en este blog con tanto acierto,cuando pensé que Dios les ama,que son mis hermanos,que yo tambien los amo y,que su penuria y sufrimiento lo hacía mio,de ahí como dice el -comentarista-me vino la tranquilidad de conciecia.Les ofrecí mi sonrisa,les desee suerte de que pronto solucionaran este problema,les dí mi euro...y me quedé confiando en Dios nuestro Padre de todos.

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