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Alberto Magno, amor a la ciencia y a María
2 comentariosEl dominico Alberto Magno, cuya fiesta se celebra el 15 de noviembre, como todos los grandes personajes de la historia, tiene muchas facetas. Me gustaría fijarme en una, pues Alberto es uno más de esa larga lista de mujeres y varones que han sabido integrar en su vida la pasión por la ciencia y la fe cristiana. Alberto es considerado el patrono de los científicos. Desde su juventud se interesó por la naturaleza, los árboles, las plantas, las piedras y los animales de todas las especies. Su deporte favorito fue la caza y, entre sus obras más importantes, se ha encontrado un tratado de halconería. Es considerado el descubridor del arsénico, que describe detalladamente.
Su espíritu no rechaza ninguna verdad, cualquiera que fuese su origen. El conjunto de sus escritos relativos a las ciencias naturales, es uno de los más importantes de la edad media. Las referencias a las cosas de la naturaleza son frecuentes en sus escritos teológicos. En su tiempo, Aristóteles comenzaba a ser conocido, aunque la Iglesia había condenado su doctrina. Eso no impidió que muchos valorasen el acopio de conocimientos nuevos que aportaba la lectura de las obras de Aristóteles. El mérito de Alberto Magno y de su discípulo Tomás de Aquino fue “cristianizar” este acopio de conocimientos y doctrinas. Supieron dialogar con la nueva cultura y valorar lo que de bueno tenía para explicar mejor la fe cristiana. Alberto y Tomás distinguieron netamente las ciencias de la teología. Alberto dejo claro que si se trataba de conocer bien las ciencias naturales era a Aristóteles a quién había que acudir y no a san Agustín. Pero si se trataba de explicar la fe el maestro no era Aristóteles, sino Agustín.
Por otra parte, este hombre ciencia era un gran amante de la Virgen María. Comentando el texto del evangelio de Lucas: “el nombre de la virgen era María”, esribe: “El nombre de la Virgen puede interpretarse de cuatro maneras distintas: como luz, estrella, amargura del mar y como Señora, que es lo que significa en la lengua siria. Luz porque nos ilumina en nuestras dudas; estrella polar porque nos guía en nuestras travesías; amargura del mar, porque ella combate los atractivos del mundo; Señora, porque nos protege en la adversidad. Ella es, pues, la que ilumina nuestras tinieblas, esclarece el flujo y reflujo de nuestras tentaciones como una estrella pacífica sobre este inmenso mar del mundo; como la amargura del mar, transforma en muy desagradables los deleites peligrosos; calma y suaviza nuestras adversidades, porque es nuestra Señora”.