26
Nov
2006Nov
¿A ti quién te va a querer?
4 comentariosSupongo que buscando la cercanía con el Día Mundial contra la violencia entre sexos (para decirlo en correcto castellano, porque “de género” me parece un anglicismo), esta pasada semana se ha celebrado en Valencia una Jornada sobre “Mujeres con discapacidad víctimas de la violencia de género” organizada por la Generalitat Valenciana. Las conclusiones han sido muy tristes. Lamentables. Es frecuente que las mujeres discapacitadas sometidas a malos tratos por sus parejas, tengan que escuchar frases como: “Ya tienes suerte de estar casada conmigo. ¿A ti quién te va a querer?” o “¿te has visto que estás hecha un adefesio?”, según dejaron patente representantes de las organizaciones de personas con discapacidad.
Eso no se arregla con discursos. Pero da mucho que pensar. Por ejemplo: ¿no hemos reducido el amor a un vago sentimiento o a un gusto? Si el amor es un gusto es claro que no puedo amar a los que no me gustan. Pero el amor es algo muy distinto: es una actitud, una disposición. En el amor no es cuestión principalmente de si me gusta o no me gusta (en cuyo caso sería imposible cumplir el precepto cristiano del amor al enemigo), sino de si estoy dispuesto a ser benevolente, comprensivo, respetuoso con el otro. Lo que nos hace humanos es precisamente nuestra capacidad de cuidar del desvalido. De amar nuestra propia carne. La del anciano, la del enfermo, la del niño nacido deficiente, la del minusválido es mi propia carne. No sólo la suya. También la mía. Esta es la gran tragedia: que ni siquiera nos amamos a nosotros mismos
¿Por qué Dios ama a los pobres, incluso algunos dicen que con amor preferencial? ¿No es pobreza la del discapacitado? ¿Por qué Dios les ama con amor preferencial? ¿Por que son más guapos? Evidentemente no. Sólo puede ser por una cosa: porque están más necesitados de su amor.
Eso no se arregla con discursos. Pero da mucho que pensar. Por ejemplo: ¿no hemos reducido el amor a un vago sentimiento o a un gusto? Si el amor es un gusto es claro que no puedo amar a los que no me gustan. Pero el amor es algo muy distinto: es una actitud, una disposición. En el amor no es cuestión principalmente de si me gusta o no me gusta (en cuyo caso sería imposible cumplir el precepto cristiano del amor al enemigo), sino de si estoy dispuesto a ser benevolente, comprensivo, respetuoso con el otro. Lo que nos hace humanos es precisamente nuestra capacidad de cuidar del desvalido. De amar nuestra propia carne. La del anciano, la del enfermo, la del niño nacido deficiente, la del minusválido es mi propia carne. No sólo la suya. También la mía. Esta es la gran tragedia: que ni siquiera nos amamos a nosotros mismos
¿Por qué Dios ama a los pobres, incluso algunos dicen que con amor preferencial? ¿No es pobreza la del discapacitado? ¿Por qué Dios les ama con amor preferencial? ¿Por que son más guapos? Evidentemente no. Sólo puede ser por una cosa: porque están más necesitados de su amor.