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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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12
Feb
2021
Oración y teología, mutuamente implicadas
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claustrosilos

Según el Concilio Vaticano II, la comprensión de la palabra de Dios crece “cuando los fieles la contemplan y estudian repasándola en su corazón”. Contemplar y estudiar son dos verbos que van unidos, pues se implican mutuamente, remiten el uno al otro. No hace falta forzar el texto para traducir “contemplación y estudio” por “oración y teología”.

Una buena oración se prolonga en el estudio y en la búsqueda teológica, pues el amante (o sea, el orante) desea conocer cada vez mejor al Amado (a Dios). Para conocerle mejor es necesario pensar, reflexionar, buscar, en una palabra, estudiar. El “estudio del Amado” se llama teología. Y la teología, dice Tomás de Aquino, tiene una meta, un objetivo, una finalidad: Dios mismo y todo lo que a él se refiere.

En apoyo de los verbos contemplar y estudiar, el Concilio cita un texto del Evangelio, ese que dice que María, después de maravillarse de lo que escuchaba de su Hijo, “guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19). Meditar es reflexionar, pensar, dar vueltas a las cosas. Eso es exactamente la teología: pensar, reflexionar sobre la Palabra de Dios y la incidencia que esa Palabra tiene en la vida.

Quizás sea bueno aclarar que hacer teología no es algo reservado a especialistas. Todo creyente hace teología, aunque la mayoría de forma espontánea, cuando se pregunta qué quiere decir la Palabra de Dios o cuando busca una respuesta a las preguntas que le plantea la fe. Hay dos maneras de hacer teología: una más espontánea y otra más técnica. Muchos creyentes se quedan solo con la espontánea, pero si su reflexión es buena buscarán modos de mejorarla, por medio de lecturas que les ayuden a profundizar en los conocimientos bíblicos y teológicos.

Según Tomás de Aquino el estudio de la teología nos hace amigos de Dios. Porque la teología nos hace conocer mejor a Dios, y al conocerle mejor, le amamos más limpia y más intensamente. Y cuanto más le amamos, mejores amigos suyos somos. Un amigo desea conocer lo más íntimo, los secretos más profundos del amigo. Para eso sirve la teología. En este sentido, la teología es la necesaria prolongación de la oración. Pues si la oración es encuentro, la teología es conocimiento: he aquí las dos dimensiones de la amistad. Oración y teología están estrechamente unidas y compenetradas, manan de la misma fuente, se unen en el mismo caudal, corren hacia el mismo fin.

La teología ayuda a orar mejor, el conocimiento da calidad al encuentro; la oración busca un mejor conocimiento del amado. Una oración sin teología produce visionarios, crédulos y fanáticos; una teología sin oración carece del ambiente necesario para realizar su tarea, y se convierte en ciencia presuntuosa y vacía. Oración y teología se retroalimentan la una a la otra. Separarlas es mutilar a las dos. En realidad, es imposible separarlas. Si alguien lo pretende es porque no comprende lo que son, por tanto, es alguien que no sabe lo que hace.

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8
Feb
2021
Cuidado del enfermo
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florjardinmonforte

El once de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del enfermo. No está mal elegida la fecha, puesto que Lourdes es lugar de peregrinación de muchos enfermos. Es de suponer que van allí buscando consuelo espiritual. Lo más importante que necesita un enfermo es comprensión, cercanía, consuelo, saber que no está solo. Recuerdo a una persona, con una enfermedad crónica, que estuvo en Lourdes, y me contó que cuando se puso a rezar en la gruta no pidió la curación de su enfermedad, sino saber aceptar su realidad con paciencia y buena cara. Seguro que esa oración fue escuchada. En realidad, todas las oraciones son escuchadas, aunque nosotros, a veces, tendemos a pensar que solo se escuchan las que tienen como resultado lo que hemos pedido. Olvidamos que una buena oración no pretende resultados, sólo pretende hacernos conscientes de que somos amigos de Dios.

Eso de las “Jornadas de” (las misiones, la infancia, los derechos humanos, domingo de la Palabra) puede ser un buen recordatorio de tantas necesidades a las que de, una u otra forma, estamos llamados a atender. Pero también pueden ser una triste denuncia de nuestras insolidaridades. Porque la atención al enfermo no es cosa de un día, es cosa de todos los días y de todos los momentos del día. Todos los días son días del enfermo, como todos los días son días para cumplir los derechos humanos o para ser oyentes de la Palabra de Dios.

La enfermedad nos hace conscientes de nuestra propia vulnerabilidad y de la necesidad que tenemos los unos de los otros. La vida es frágil. La enfermedad anticipa la tendencia natural de la vida como camino hacia la muerte. Si alguna fuerza podemos encontrar en la vida es la del amor. Cuando dos soledades se abren la una a la otra, desaparece la soledad. Cuando damos la mano a una persona débil, le transmitimos nuevas fuerzas. Cuando nos amamos, pasamos de la muerte a la vida, como dice la primera carta de Juan (3,14). Quizás no podemos curar al enfermo, pero podemos entrar en la soledad que le hace sufrir, y solidarizarnos con su sufrimiento.

Los enfermos son la prueba evidente de la debilidad de la vida. Si los cuidamos y respetamos manifestamos que estamos a favor de la vida. Y si somos creyentes, podemos ver en ellos el rostro de Cristo. Una sociedad que no respeta ni cuida al enfermo, al anciano o al débil es una sociedad donde impera la violencia, una sociedad egoísta, y el egoísmo es siempre una opción contra la vida.

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4
Feb
2021
De la servidumbre al servicio
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suegradepedro

El primer encuentro que Jesús tiene con una mujer es con la suegra de Pedro (Mc 1,29-39). Conviene prestar atención a este relato, porque los primeros pasos suelen ser significativos.

Jesús, al salir de la Sinagoga (se trata, pues, de un sábado; por tanto, Jesús no debería haber curado a nadie), fue a casa de Simón. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre (esta enfermedad, como las enfermedades de las que habla luego el evangelio de Marcos, era tenida como síntoma de posesión diabólica). Jesús se acercó, la cogió de la mano (los rabinos, en Israel, no trataban con mujeres, ni se acercaban a ellas) y la levantó (importa notar que el verbo griego correspondiente a esta última acción es el mismo que Marcos usará para describir la resurrección: levantarse significa resucitar). Se le pasó la fiebre y se puso a servirles (también aquí hay que notar que las mujeres no servían a la mesa. Lo hacían los esclavos masculinos o los hijos más jóvenes. Las mujeres permanecían en la cocina, al margen de las actividades de los varones).

Si los datos que he ofrecido son buenos, se imponen varias consideraciones: Jesús comienza por quebrantar la ley. Cura en sábado. Y además cura a una mujer, acercándose a ella y tocándola. La suegra de Pedro, como respuesta a la acción de Jesús, también quebranta la ley y se mezcla, en actitud de servicio, en la cena de los varones. Ella ha sido liberada, no sólo ni principalmente de una enfermedad física, sino sobre todo de una posesión diabólica, o sea, de una situación de opresión y depresión que, en nombre de la Ley, la tenía relegada, marginada. De una situación de servidumbre pasa a una situación de servicio.

La liberación que Jesús ofrece no es para la propia autocomplacencia, sino para convertir la propia vida en don gratuito a los demás. Pues se trata de un don, de un servicio libre, en pié de igualdad con los servidos. En el seguimiento de Cristo, lo decisivo no es el cumplimiento de la ley, sino la vivencia del amor que libera a las personas y les devuelve su dignidad. Con Jesús, una nueva posibilidad de vida se abre camino en el mundo. Una nueva conciencia se abre paso. El gran milagro no es quitar la fiebre a un enfermo, sino dejarse resucitar por Cristo (“se levantó”) y llegar a ser, como él, servidor.

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31
Ene
2021
Vida consagrada, parábola de fraternidad
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franciscoydomingo

Desde hace 25 años, cada dos de febrero, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada. Al instituir esta Jornada, Juan Pablo II indicó que los religiosos no sólo tenemos una historia que contar, sino, sobre todo, una gran historia que construir. No se trata, pues, de celebrar las glorias del pasado, sino de sentirnos estimulados a construir un presente y un futuro de fraternidad hacia dentro y de servicio hacia fuera, todo ello sostenido por la oración, o sea, por la relación personal y comunitaria con el Dios del Amor, que nos llama a reproducir en nuestras comunidades su misterio de amor, por el que las tres divinas personas se aman en el íntimo misterio de la comunión trinitaria.

La Jornada de este año lleva por lema: “la vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”. El lema se hace eco de la condición llagada del ser humano y de la creación entera y busca ofrecer un signo de contraste ante esta situación. ¿La vida consagrada es de verdad una parábola de fraternidad? ¿Se realiza en ella la llamada apremiante de Francisco en su última encíclica: todas y todos hermanos? En nuestros días sentimos la herida del mundo en una epidemia que no cesa, pero también en otras epidemias, en tantos heridos por falta de pan, de techo, de calor humano; tantos heridos por adiciones, drogas, mal uso de la libertad.

La “parábola de la fraternidad” tiene una doble dimensión, hacia dentro y hacia fuera. Si nuestras comunidades no son lugares de fraternidad, de servicio mutuo, de perdón mutuo, de alegría compartida, de bienes compartidos, dejan de ser parábola, para convertirse en escándalo. También aquellas y aquellos que tienen una vocación “más solitaria”, pueden y deben vivir la fraternidad, pues como bien dice uno de los himnos de la liturgia, donde hay un cristiano “no hay soledad, sino amor, pues lleva toda la Iglesia dentro de su corazón. Y dice siempre ‘nosotros’ incluso si dice: yo”.

Ahora bien, una fraternidad que se queda sólo en el interior de nuestras comunidades o grupos, es un simulacro de fraternidad. El amor fraterno no excluye a nadie, tiene dimensiones universales. Por eso, una comunidad de consagradas y consagrados es el lugar donde se vive y realiza aquello mismo que luego esos consagrados quieren extender por el mundo. Desde esta perspectiva hay que considerar las obras evangélicas con repercusiones sociales que realizan tantas y tantos consagrados.

Sin duda, en la vida consagrada hay gente débil, pero también hay muchas fortalezas. A veces, los consagrados nos equivocamos y hasta pecamos, pero también los hay que hacen mucho bien. Toda luz tiene sombras, pero las sombras hacen que resalte la luz. Eso de las “jornadas” (de la mujer trabajadora, de la infancia abandonada, de los derechos humanos, de tantas cosas) no son cosa de un día. Son un recordatorio de una realidad importante que debe marcar toda una vida y realizarse todos los días.

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28
Ene
2021
Jesús tenía poder de persuasión
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persuasión

El evangelio del próximo domingo (Mc 1,21-28) invita a reflexionar sobre la autoridad de Jesús. Jesús no tenía poder: si lo hubiera tenido, hubiera mandado una legión de ángeles que le defendieran frente a aquellos que buscaban matarle. Jesús tenía autoridad. No es lo mismo poder que autoridad. Pocas veces coinciden. Cuando se trata de poder, unos pocos están arriba y muchos están abajo. El poder impone, crea súbditos y subordinados y, en ocasiones, se impone contra la voluntad de los subordinados. El poder consigue lo que quiere a base de fuerza.

La autoridad, para conseguir lo que pretende, utiliza el camino del ejemplo y la persuasión. Persuadir es ofrecer buenas razones para que alguien actúe o piense de una determinada manera. Persuadir no es manipular. La autoridad siempre deja libre, se implica en aquello que pide, muestra con el ejemplo de su vida la bondad de lo que pide. Jesús tenía mucha autoridad. Si hablaba de amor a los enemigos, él mismo en la cruz perdonaba a quienes le asesinaban. Si decía que servir y hacerse pequeño es el camino para ser el más importante, él mismo se hacía pequeño lavando los pies a sus discípulos. Si predicaba que los pobres podían ser felices, él se hizo pobre, hasta el punto de que no tenía dónde reclinar la cabeza.

La autoridad de Jesús no es comparable a la de los modernos “influencers”. Hoy, en las redes sociales, hay personas que buscan fidelizar a millones de seguidores, pretendiendo “hacer caja”, más que un diálogo sincero y constructivo. Por eso, importa el lugar que ocupan en el ranking de cara a negociar con agencias de publicidad. Sin duda son personas respetables. Pero es claro que la influencia de Jesús se sitúa a otro nivel. Para empezar, la predicación de Jesús es de una gratuidad total. En sus obras y palabras no hay ningún asomo de publicidad. Los “influencers” tienen un recorrido corto. Por eso renuevan constantemente sus páginas. La influencia de Jesús es de largo recorrido, nunca pierde actualidad. Y, sobre todo, lo que Jesús anuncia, a saber, un Dios de amor y misericordia que solo busca el bien de las personas, la salud de los enfermos, la alegría para los tristes, la justicia para los desheredados, no tiene nada que ver con lo que promueven los “influencers”.

El reino que Jesús anuncia tiene capacidad de transformar las vidas de quienes lo acogen, llega a lo profundo del corazón. Así se explica lo que ocurre en el evangelio de este domingo, la curación del endemoniado. Sin entrar en especulaciones sobre qué tipo de enfermedad tenía esa persona, conviene situarse en el contexto de la teología de la época, a saber: “si está enfermo, es porque algún pecado ha cometido”. Una teología así es capaz de hacer perder la cabeza a la gente buena, sencilla, trabajadora, honrada. La autoridad de Jesús libera de todos esos demonios que oprimen y deprimen, esos demonios producto de una teología que presenta un Dios caprichoso y castigador.

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25
Ene
2021
Cuando abusan de su estado los prelados
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prelados

Tomás de Aquino dice que hay mayor perfección en contemplar y dar a conocer lo contemplado, o sea, en orar, estudiar y meditar la Palabra de Dios y luego anunciar lo estudiado y orado, que si nos quedamos solo en la primera parte del binomio, o sea, si nos quedamos solo en la oración. Orar es bueno y meritorio; pero orar y dar testimonio, por medio de la palabra y de la vida, es todavía mejor. En uno de sus escritos, Tomás de Aquino elogia a “los prelados y los predicadores de la fe”, diciendo que ellos alcanzan el más alto grado de perfección cristiana, ya que tienen como especial encargo anunciar el Evangelio después de haberlo orado y estudiado. Este elogio podría extenderse a todo cristiano, pues todos estamos llamados a ser testigos de la fe y a proclamarla con nuestras palabras.

Lo que me interesa del escrito al que me estoy refiriendo es que Tomás de Aquino, con una gran perspicacia, añade que no quita fuerza a lo dicho el que algunos predicadores o prelados “abusen” de su estado y aspiren al cargo, no precisamente buscando el bien de la predicación, sino el propio provecho, incluso económico. Los que buscan el honor o el cargo eclesiástico para su propio beneficio o su propio egoísmo, no desmerecen la bondad de los que cumplen con su misión apostólica y se mantienen fieles a Dios.

Importa recordar estas cosas, en unos tiempos como los nuestros, donde el abuso de poder o la corrupción no sólo provoca escándalo en creyentes y no creyentes, sino incluso, a veces, mucho desánimo en los creyentes. El demérito de unos no es representativo de los méritos de tantos otros. No cabe duda de que los prelados deben buscar siempre la concordia y el buen entendimiento. Pero en todas partes hay excepciones; es lo propio de la condición humana. Una reflexión llena de fortaleza sobre estas excepciones la dijo una famosa víctima sobre sus victimarios: “estos hombres no me van a ganar”.

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22
Ene
2021
Domingo de la Palabra: lectores y predicadores
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atrilbiblia

El próximo domingo, por indicación del Papa Francisco, se celebra “el domingo de la Palabra de Dios”. Se trata de recordar a todos la importancia de la Sagrada Escritura para la vida cristiana y también la relación que hay entre Palabra de Dios y liturgia. Pues por medio de las lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia, Dios habla a su pueblo y Cristo mismo anuncia su Evangelio. La Escritura es el órgano humano de la inmensa Palabra divina.

Se comprende, pues, la importancia de tener buenos lectores de la Palabra de Dios. Un mal lector, además de aburrir y cansar, obstaculiza que la Palabra llegue a los oyentes. Una palabra que no llega es una palabra inútil. Leer no es fácil. Requiere preparación, entrenamiento y, sobre todo, comprender lo que se lee, porque si el lector no comprende lo que lee, quizás pueda leer materialmente el texto escrito, pero lo hará sin la debida entonación, sin guardar las pausas adecuadas, sin la pasión que requiere una lectura que anuncia buenas noticias.

Las lecturas de la Eucaristía no pueden encomendarse a cualquiera. El criterio para leer no es ser amigo del celebrante, o ser hermano del que recibe el sacramento del matrimonio. El criterio es ser un buen lector. A nadie se le ocurriría encomendar los cantos de la celebración a una persona que no supiera cantar. Pues las lecturas no deben encomendarse a nadie que no sepa leer. Por este motivo existe en la Iglesia el ministerio del lector. Ministerio, o sea, un servicio litúrgico para bien de la comunidad cristiana. Ministerio, o sea, se trata de que hay unos encargados competentes para realizar una determinada tarea.

Dígase lo mismo de los predicadores de la Palabra. También necesitan preparación. Porque la homilía es la prolongación y actualización de la Palabra que se ha leído y proclamado. Tras la lectura por el buen lector, viene la predicación por el buen predicador. Su misión es hacer ver a la asamblea que esta Palabra que acaba de oír es decisiva para su vida, es una palabra que le interesa enormemente. Para poder convencer a los fieles de la importancia que tiene para sus vidas la Palabra oída, el predicador tiene que estar previamente convencido de la importancia que tiene para él mismo, para su propia vida.

El predicador no es alguien que imparte una lección o lee un texto que otros han preparado, sino alguien que comparte una experiencia espiritual, alguien que hace arder los corazones de los oyentes, expresando unos sentimientos comunes, una misma reacción ante la Palabra entre él y el resto de la asamblea.

Este domingo de la Palabra de Dios puede servir de estímulo a los lectores y a los predicadores. Y quizás ser también un estímulo para que las parroquias organicen cursillos para tener buenos lectores y la diócesis cursillos para actualizar la formación de sus predicadores.

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19
Ene
2021
¿Proyectar el futuro o vivir el presente?
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relojpared

Adivinar el futuro de la sociedad y de la Iglesia no es fácil, porque las realidades concretas cambian de un día para otro. Pero, en líneas generales, estoy convencido de que, al menos en los próximos años, las cosas van a seguir más o menos igual. Cambiarán los gobiernos, pero no cambiarán las claves económicas que rigen esta sociedad. Solo podemos aspirar a un futuro mejor si cambiamos nosotros, si dejamos atrás nuestros egoísmos y nos acogemos como hermanos, en línea con lo que ha dicho el Papa en su última encíclica. La fraternidad es la clave de todo futuro mejor.

Lo que digo de la situación social y política, vale también para la Iglesia. Yo no veo venir grandes cambios. El número de creyentes “practicantes” (lo digo así para que se me entienda, porque creyente y practicante es una tautología: todo buen creyente es necesariamente practicante) está estabilizado. Seguirá habiendo clérigos “aprovechados” (por decirlo de forma suave). Los ha habido siempre. Ahora estamos más informados y, por eso, o bien somos más críticos o bien estamos más decepcionados. Y seguirá habiendo cristianos (religiosas, sacerdotes, laicos) coherentes, de los que se hablará poco, pero que son los que en realidad hacen Iglesia.

A nivel eclesial, de cara a los próximos años sería bueno un incremento de la sinodalidad. Me parece que el ambiente empieza a estar preparado para ello. Sinodalidad va más allá de preguntarse si los Sínodos convocados en distintas diócesis y aplazados por la pandemia, siguen siendo necesarios. Sinodalidad es dinamismo de escucha en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia, es buscar estructuras en las que todos los sujetos eclesiales puedan participar y ser escuchados. Sinodalidad es el modo de ser Iglesia, pueblo de Dios y comunión de hermanos. Sinodalidad que empieza por la vida parroquial, revalorizando el consejo pastoral y el consejo de asuntos económicos. Sinodalidad que supone escucha y diálogo para el discernimiento comunitario. “El Pueblo de Dios en su totalidad es interpelado por su original vocación sinodal”, ha afirmado recientemente la comisión teológica internacional. Este camino sinodal abriría perspectivas de futuro, lograría mover a muchos cristianos un tanto pasivos e ilusionaría a todos.

Lamentar el pasado no es bueno. Hablar de futuro puede ser ilusorio. Importa el presente. Para el cristiano, importa descubrir en cada persona la presencia de Cristo que reclama nuestro amor, y en cada acontecimiento la oportunidad de construir el reino de Dios. Hace unos años, un Papa pidió perdón por los pecados pasados de la Iglesia. A mi lo que me preocupa es que un Papa futuro tenga que pedir perdón por los pecados presentes de la Iglesia.

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16
Ene
2021
¿Qué buscáis?
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buscar

En el segundo domingo del tiempo ordinario nos encontramos con un relato de “seguimiento de Cristo”. Dos discípulos de Juan el Bautista, tras escuchar a su maestro calificar a Jesús de “Cordero de Dios”, se ponen a seguir a Jesús. Este se vuelve y les pregunta: “¿qué buscáis?”. Se trata de una pregunta fundamental. Es importante aclararse sobre lo que uno busca y, más en concreto, sobre lo que uno busca en Jesús. Pues pudiera haber seguimientos equivocados, adhesiones que no corresponden a lo que es Jesús.

¿Qué te imaginas que vas a encontrar en Jesús? Esta pregunta tiene muchas traducciones y aplicaciones. ¿Qué crees que vas a encontrar en la oración? ¿La solución mágica a los problemas que tienes que solucionar tú? ¿Esperas la solución o más bien la fuerza para solucionarlos? ¿Para qué sirve ir a Misa, qué buscas yendo a la Eucaristía? Esa es la pregunta de los que no entienden de amores. ¿Para qué sirve la Eucaristía? O sea, entendemos la religión en clave de utilidad. Pues entendida desde esta clave, la religión no sirve para nada. Las cosas importantes hay que entenderlas en clave de amor, no de utilidad. ¿Qué busco en mi matrimonio, qué busco en mi sacerdocio? Si en mi sacerdocio busco un sueldo o una promoción social, me he equivocado de planteamiento. Y si en tu matrimonio buscas dinero, o buscar ser condesa porque tu novio es conde, te has equivocado de planteamiento. Uno se casa por amor. Y el amor es gratis, en el amor la utilidad no es lo determinante.

Se comprende así que Jesús también plantee esta pregunta a los que quieren seguirle. Sin duda, en todo lo que hago, y también en el seguimiento de Cristo, busco ser feliz. Pero no hay felicidad a bajo precio. La felicidad en el matrimonio exige renunciar a muchas cosas. Y la felicidad en el seguimiento de Cristo puede pasar por la cruz. El evangelio no es fácil, pero hace feliz. Hace feliz porque ofrece sentido a la vida y a la muerte. Cuando vienen las dificultades tú no le pides a tu amada o a tu amado una solución, le pides que esté a tu lado, que te acompañe, que te comprenda. Pues para eso sirve el ir a Misa o el rezar. Para tomar conciencia de que Dios nos ama y quiere para nosotros un presente y un futuro lleno de vida. Seguir a Jesús, al único que puede llenar el corazón humano, exige una previa conversión, un cambio de actitud con relación a muchas cosas: el dinero, el sexo, el poder, el prestigio.

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15
Ene
2021
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
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relojo01

El interrogante del título quiere ser un contrapunto al conocido refrán que dice que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Hay quien dice que el origen de este dicho hay que buscarlo en Jorge Manrique: “Cuan presto se va el placer, / cómo, después de acordado, / da dolor, / cómo a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado / fue mejor”.

Probablemente el poeta no quiere decir que el pasado fue mejor que el presente. La prueba es la forma como comienza el famoso refrán: “como a nuestro parecer”. Nos parece que es así, pero no lo es. El contexto del poema nos ratifica en esa opinión: “si juzgamos sabiamente” comprobaremos que el presente es fugaz y que lo mejor es “lo no venido”. Manrique era creyente y esperaba un futuro infinitamente más duradero que el pasado.

El refrán se encuentra en el Antiguo Testamento. Un sabio de Israel cita el dicho no para aprobarlo, sino para criticarlo: “No digas: ¿cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello” (Ecl 7,10). El sabio no dice que el tiempo pasado fue mejor. Lo mejor es ser justo y vivir sabiamente, o sea, con prudencia, sensatez y espíritu de servicio: “la sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en la ciudad” (Ecl 7,19).

La crisis sanitaria desencadenada por el covid-19, la corrupción de algunos dirigentes políticos y eclesiásticos, las enemistades partidistas, no ayudan a pensar en un futuro mejor. Resultan acertadas estas palabras del Papa: “pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta”. Sabías palabras, pues en el fondo, lo que deseamos es que esto acabe para regresar a la “normalidad del pasado”, a que todo sea como antes. Unos buscan esa normalidad para volver a sus juergas y diversiones. Otros para ocupar todos los bancos de sus parroquias. Otros para que el comercio regrese a sus niveles anteriores.

De una u otra forma, pensamos en volver al pasado. No nos damos cuenta de que es importante construir un futuro distinto y mejor, en el que podamos integrar lo bueno del pasado, pero superándolo desde el amor y la solidaridad, desde la preocupación por el hermano. Necesitamos un futuro en el que quepan “todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado” (Francisco).

Si las vacunas y la ciencia ayudan a que este futuro sea más tranquilo, bien venidas las vacunas. Parece que hay descoordinación en su administración. Lo que de ninguna manera tendría que haber son intereses políticos o económicos, o falta de personal sanitario. Y si el ejército puede ayudar, sería bueno que se facilitase esta ayuda. Aquí se trata de vida y salud. Las ideologías baratas y las rivalidades políticas mejor las dejamos para otra ocasión.

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