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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

5
Jun
2015

Vacaciones, ¿para ser feliz?

2 comentarios

Yendo de cara al verano muchas personas hablan de vacaciones. O sea, de un tiempo de descanso o, con más precisión, un tiempo en el que se dejan de realizar las actividades habituales, sobre todo aquellas que tienen que ver con el trabajo remunerado o con el estudio. En este sentido, a mi me parece que las vacaciones son legítimas y necesarias. Siempre que no nos olvidemos de tanta gente que no tiene trabajo o que, si lo tiene, no puede dejarlo porque su salario es tan miserable que, si deja de trabajar, deja de comer.

Preguntar si ese tiempo de descanso o de cese de actividad habitual tiene como objetivo el ser feliz es una pequeña provocación que invita a reflexionar sobre lo que provoca felicidad. Eso de ser feliz es algo que todos los seres vivos buscan, de una u otra forma. Todos buscan lo que les conviene, todos huyen de lo que no les resulta favorable. Pero el ser humano, además de buscar la felicidad instintivamente, la busca reflexivamente. Y se pregunta si todo lo que instintivamente le apetece o satisface, le hace feliz. Porque hay apetitos que, a la larga y, a veces a la corta, producen desgracia. Sobre todo cuando estas apetencias no se controlan: tomar un vaso de buen vino es algo que apetece a mucha gente; hacer una quiniela puede ser divertido. Tomar muchos vasos de vino o jugar en el casino puede ser una tragedia.

La felicidad no está ni en el descanso ni en el cese de la actividad. Aunque el descanso puede ser necesario desde muchos puntos de vista, su objetivo no es conseguir la felicidad. No es fácil decir en concreto lo que es la felicidad. Todos la buscan, pero no todos la encuentran, y los que la encuentran, la encuentran de distintas maneras, en distintos lugares y con diversas intensidades. ¿Ser feliz es sentirse saciado en todas las dimensiones de la vida? ¿Quizás en todas no, pero, al menos, en las fundamentales? ¿Y dónde pone cada uno lo fundamental? En este mundo, ¿es posible una felicidad estable y completa? Un creyente puede decir que el encuentro con Dios es el gozo del corazón y la plenitud de todas las aspiraciones. Pero, a Dios, en este mundo, nunca le encontramos claramente. Dios siempre se nos escapa. En todo caso, una cosa me parece cierta: si no somos felices en vuestra vida ordinaria, tampoco lo seremos en vacaciones.

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Antonio López Sernández
7 de junio de 2015 a las 09:28

Sto. Tomás distingue entre felicidad subjetiva y felicidad objetiva. La felicidad subjetiva consiste en el ansia de felicidad que poseemos todos. Y todos deseamos ser inmensamente felices, sin limitaciones. No somos libres para no querer ser felices. El problema está en qué ponemos nuestra felicidad.
Si Dios es el único fin último capaz de colmar nuestras ansias de felicidad, ¿por qué mucha gente pone su fin último en otras cosas? La razón es obvia: el concepto de bien es indeterminado (Cf. S. Tomás, S. Th., Y, 82, 2 ad 2). La voluntad tiende al bien perfecto; pero ningún bien particular es perfecto. Ni el mismo Dios tal como naturalmente puede ser conocido en este mundo es absolutamente perfecto. No somos capaces de conocer la inmensidad divina en esta vida; además, su lejanía y su trascendencia nos alejan de su consideración tal como es. Por eso, no estamos determinados a ansiar a Dios necesariamente. Podemos considerar más apetecibles los bienes inmediatos de este mundo que el Dios lejano. Ciertamente podemos tener a Dios cada vez más cerca, no sólo por el conocimiento, sino por la oración y el amor. Por eso, no cabe la menor duda de que podamos alejarnos de Dios y preferir las cosas de este mundo sobre Él, o, por el contrario, vivir cada vez más unidos a Él. Ahí es donde está nuestra grandeza o nuestra miseria: el poder elegir a Dios o rechazarlo. Sabemos que Dios es inagotable, pero no lo aprehendemos en su plenitud de un modo actual. Siempre lo aprehenderemos de un modo limitado, finito. Por eso, no estamos determinados a poner en Él nuestro fin último. El apostar por Él es garantía de que nuestra felicidad inicial en este mundo no tiene límites, es inagotable, y cada día nos acercamos a su plenitud. Este caminar no tiene vacaciones. Ni las necesita, pues Dios es el que da sentido a nuestra existencia, aunque desfallezcamos. Él está siempre presente para ayudarnos. Sabe esperar porque nos ama a todos.

Juanjo
7 de junio de 2015 a las 21:19

Existen unas estadísticas que corroboran que las rupturas matrimoniales, separaciones o crisis de pareja aumentan claramente tras los periodos de vacaciones. Y el estudio lo atribuía a que las parejas tienen que convivir más intensamente en dicho periodo, e inevitablemente aparecen los roces y problemas que no existen cuando cada cual está en su trabajo. Quizá las vacaciones debiera ser también un tiempo de "convivencia" de mejor, mayor intimidad y dedicación familiar.

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