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Una Orden de Predicadores libres
4 comentariosMiguel de Unamuno simpatizaba con los dominicos de Salamanca. En el convento de San Esteban vivía el famoso P. Juan G. Arintero, con el que Unamuno tuvo algunos diálogos, aunque es posible que no acabaran de entenderse. El P. Arintero hace referencia a Unamuno como buscador, a veces angustiado, de la fe, desde su compromiso con la razón. Pero no son estas relaciones de Unamuno con los dominicos lo que me ha movido a escribir estas líneas, sino la apropiación del título propio de los dominicos como “orden de predicadores” por parte de uno de los corresponsales de Unamuno, Luís de Zulueta.
En 1903, Luís de Zulueta publicó un artículo, en una revista de Barcelona, titulado: “La Orden de Predicadores”. Es un artículo sobre Unamuno, del que dice que es un maestro con estilo sacerdotal. Tras una serie de consideraciones sobre la necesidad de una buena evangelización y una buena regeneración moral en España, lanza la idea de una “Orden de Predicadores libres… Sería una agrupación de personas conscientes y liberales, reunidas por lo que tienen de común y de más elevado, el deseo de perfección y el propósito de buscarla”. La Orden “habría de tener sus noviciados” en los grandes centros universitarios de Europa.
Inmediatamente, Unamuno le responde diciendo: “Y ¡qué falta hace la Orden de Predicadores!, ¡qué falta!”, porque hay por esas amodorradas ciudades jóvenes con ansias de vida, “jóvenes que comprenden y sienten que de poco sirve buscar medios de vida sino se crea una finalidad para ésta. Al que sólo busque pan, acabará por amargársele el pan”. Zulueta, en su artículo, termina diciendo que, tras la buena formación de los predicadores, “vendría lo de anunciar el evangelio, la Buena Nueva, el nacimiento del Redentor que cada ser humano lleva dentro de sí, entre el buey y la mula, el buey corneador, hinchado de pasiones, y la mula orejuda, agobiada de estupidez”.
No son malas estas ideas: Orden de Predicadores libres. Pero, libres ¿para qué? Para anunciar la Verdad que hace libres. Formada en los mejores centros, teniendo como base el estudio de la Palabra de la Verdad. Y para predicar en un mundo lleno de bueyes y de mulas, un mundo dominado por las pasiones del poder, del dinero, de la ambición; y además lleno de estupidez, o sea, un mundo en el que abunda lo superficial, la mediocridad, en el que la gente vive sin metas ni objetivos, sólo piensa en medios y olvida los fines. Estamos todos convocados.