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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

26
Ene
2019

Tomás de Aquino, místico y teólogo

5 comentarios
TomasfrayAngelico

En su sentido más propio mística hace referencia al misterio, al encuentro con el misterio insondable de Dios. Tomás de Aquino era un buen teólogo porque tuvo una profunda experiencia de Dios. Añado que no hay buena experiencia de Dios sin buena teología. Mística y teología se fecundan mutuamente. Tomás es un hombre de fe, que ha aprendido más en la contemplación que en el estudio, un santo que se ha dejado moldear por el Espíritu. Su sabiduría es más fruto del amor que de la ciencia. Su vida se realizaba en una especie de círculo. Ascendía hacia Dios por el camino de la contemplación, en la oración y en el estudio; y, puesto al temple de lo divino, descendía hacia el prójimo en la predicación y en la cátedra.

La enseñanza de Santo Tomás es en gran parte el desborde de una experiencia mística. Tomás no es un filósofo, sino un creyente, que vive intensamente la fe. Un fraile ejemplar, va a coro todos los días, es fraterno y sencillo en el trato con los demás. Puede decirse de él, como de Santo Domingo, que “no hablaba sino de Dios o con Dios”. En el momento en que la conversación se salía de esos temas, se retiraba de forma discreta. Pone al servicio del Evangelio su inteligencia clara y extraordinaria. Quiere saber por qué cree y qué es lo que debe creer. Aquí empieza su estudio. En él, estudio y oración van a la par. No se apoya en la filosofía para creer; pero, creyendo, razona y busca. Vive lo que enseña; enseña lo que vive. Verdad y Vida se abrazan. Hay en sus escritos muchos signos inequívocos de sus experiencias místicas. Sin embargo, nunca se refería a ello, ni las utilizaba como criterio de su enseñanza.

Una escena de su vida confirma esta dimensión contemplativa de nuestro santo. Cuando redactaba su comentario al libro de Isaías, se detuvo durante largo tiempo frente a un texto difícil. Tomás se puso a orar. Una noche, mientras descansaba en su celda, su secretario, fray Reginaldo, que dormía en la celda de al lado, creyó escuchar una especie de conversación. Cuando se acabó, fray Tomás llamó a Reginaldo: “enciende la luz y escribe en la libreta de costumbre lo que te dictaré”. Y durante una hora, como si estuviera leyendo un libro, Tomás dictó a Reginaldo el sentido del texto que hasta entonces no había logrado desentrañar. La contemplación es, en Tomás de Aquino, el principio y el fin de su vida y de su teología.

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Juanjo
26 de enero de 2019 a las 17:43

Confieso que cuando he leído por primera vez el post, he pensado que su autor había cometido un lapsus al afirmar que "no hay buena experiencia de Dios sin buena teología", (he tenido que rumiar la frase) y quizá quería decir "no hay buena teología sin una buena experiencia de Dios", cosa que además ya se afirma y se da por hecho. (Ambas se reclaman mutuamente)
En segundo lugar he pensado, que muchos, no estarían de acuerdo con la expresión y consideran totalmente innecesaria la teología para tener una experiencia profunda de Dios. Es más, en el fondo piensan que hasta esta puede ser un obstáculo.
Santo Tomás sigue teniendo esa imagen de escolástico frío, distante, racionalista, que es necesario revertir en lugares como este por quienes mejor lo conocen. Al Aquinate hay que reivindicarlo siempre porque no deja nunca de sorprender.

Juanjo
26 de enero de 2019 a las 17:53

Santo Tomás no deja de sorprenderme; de vez en cuando uno lee libros o se encuentra con frases geniales que parecerían de un autor reciente, y resulta que ya lo dijo nuestro doctor; Por su intima relación con el contenido del post, y por lo que me impactó, con todas sus consecuencias, quisiera (pidiendo perdón por su extensión) poderla compartir;
"Santo Tomás, repite varias veces a lo largo de su obra como un principio al que siente la necesidad de recurrir, que «un error sobre el mundo redunda en un error sobre Dios»... Es decir, por ejemplo: si pienso que el mundo es eterno, increado, divino, profano... cualquiera de esas afirmaciones que yo haga sobre el mundo afecta por implicación a lo que habré de pensar sobre Dios. Si acertada o erróneamente pienso, por ejemplo, que una realidad de este mundo es voluntad de Dios, en ese pensamiento estoy implicando, de una manera u otra, mi propia imagen de Dios, cuya voluntad estaría yo vinculando a esa realidad.
No tiene que parecernos algo extraño, pues, que en la realidad global, tan compleja como es, todo está implicado, todo hace relación a todo, y no se puede «tocar» algo sin dejar de implicar a otras partes de la realidad, que están vinculadas con aquella, implicando así quizá incluso al conjunto de la realidad. Todas las piezas del mosaico entretejido de la realidad forman parte de y afectan al conjunto. Y por tanto, de una manera u otra, afectan también a Dios, la «dimensión» más profunda de la complejidad de la realidad. Por eso podemos decir con Tomás de Aquino que, a la inversa, cada vez que descubrimos un error en lo que pensábamos sobre el mundo, de alguna manera nos libramos de un error que empañaba la imagen que teníamos de Dios"

Martín Gelabert
26 de enero de 2019 a las 18:20

Gracias, Juanjo, por tus comentarios. En el segundo dejas muy claro que sin buena teología no hay buena experiencia de Dios. Eso sí, para hacer buena teología no hace falta estar titulado. En el fondo, todo cristiano hace teología. Basta con que se pregunte cómo tiene que aplicar el Evangelio en su vida, o qué puede significar que un "Dios todopoderoso", con un Hijo "de su misma naturaleza", pueda ser "crucificado por el poder de Poncio Pilato". Ocurre que hay dos maneras de hacer teología, una espontánea y otra científica, con plena conciencia del método y de las fuentes utilizadas.

Marta Rodríguez Estevez, Fraternidad de Almería
28 de enero de 2019 a las 11:03

Muchas gracias, Don Martín por su artículo en el día de Santo Tomás; especialmente por poner de relieve lo esencial: el aspecto contemplativo y la experiencia viva de la fe de Tomás como fuente de donde brotan sus escritos, tal como nos muestra en la anécdota del despertar en la noche y ponerse a dictar, expresión de un estar permanentemente presente ante la cuestión a clarificar, aún en la noche.
Personalmente me alegra el título del artículo, que recupera el término "mística" en su sentido propio y verdadero, ya que en estos tiempos su uso se ha "contaminado". En la Edad Media, como dice un filósofo alemán reciente, teología y mística estaban unidas. Asimismo, lo propio de aquel tiempo histórico era el trabajar en la concordancia entre religión y filosofía, lo cual no impide que Tomás partiese de la fe. Para concluir, un ruego: que en medio de una época tan crítica para el pensamiento filosófico, no quitemos de la filosofía la figura ni el nombre del Aquinate.

Mabi
28 de enero de 2019 a las 14:55

Hermoso lo que hoy aprendo, que él hablaba de Dios con Dios y cuando la conversación se alejaba de ello se retiraba prudentemente. Santi Tomás es una inspiración y ejemplo para mí vida.

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