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Teresa, mística con los pies en tierra
9 comentariosSi mística es encuentro con el misterio de Dios, ¿este encuentro requiere dejar las cosas de este mundo? ¿Para elevarse hacia Dios hay que alejarse de la tierra y abandonar a los seres humanos? Hace tiempo escribí en un post que la mística Catalina de Siena se metió en política: levantando su voz ante políticos y eclesiásticos, instándoles a cambiar sus actitudes; y saliendo a la calle para ocuparse de enfermos contagiosos, a los que nadie quería atender. La santa dominica era una mística, no con los ojos en blanco, olvidadiza de los problemas de su tiempo y de los sufrimientos de los seres humanos, sino una mística con los ojos bien abiertos.
De Teresa de Jesús, de la que celebramos el quinto centenario de su nacimiento, podría decirse lo mismo. Su mística no era evasiva, una huida del mundo para buscar no sé qué ascensos. Precisamente por ser una mujer “despierta” por Dios, era también una mujer despierta a la Iglesia y a la sociedad en la que vive (M. Herraiz). Sus múltiples fundaciones y las adversidades que tuvo que soportar (fue denunciada a la Inquisición) le obligaban a ocuparse de realidades muy mundanas y hasta conflictivas. Pero ahora quiero destacar un aspecto importante de la mística y la espiritualidad teresiana. Pues la suya fue una mística rupturista. Schillebeeckx opina que la mística cristiana tiende a relativizar la cristología, pues la mayoría de los místicos olvidan la realidad histórica de Jesús y no valoran el papel fundamental de su humanidad en la revelación de Dios. Con dos excepciones: Eduvigis y Teresa de Ávila.
Según Schillebeeckx, el Maestro Eckhart es un caso claro de esta relativización. Para el místico renano, la humanidad es un obstáculo para el seguimiento de Cristo, y así interpreta el texto de Jn 16,7: “os conviene que yo me vaya”. Por el contrario, para Teresa de Jesús (como muy bien ha hecho notar Secundino Castro Sánchez), la humanidad de Cristo es el camino necesario para toda auténtica contemplación de Dios. La Encarnación es la raíz de la mística. Para santa Teresa no se trata de la unión del Verbo con el alma, sino de la unión de Nuestro Señor Jesucristo con el ser humano.
Nuestra santa se refiere a Jesús como “compañero nuestro, amigo presente, buen capitán…, (que) es ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita… He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Libro de la Vida, XXII, 6). En otras palabras: Jesús es siempre y en toda circunstancia, en el cielo y en la tierra, el único camino y el único mediador entre Dios y los hombres. Por eso, el criterio de la mística es la cristología. Y no hay cristología sin la vida toda entera del hombre Jesús de Nazaret.