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Ser pensante en un mundo sin pensamiento
11 comentariosEs evidente que este universo posee unas condiciones tales que permiten la aparición de la vida humana. Pero de ahí no es legítimo deducir que estas condiciones estaban ahí a causa de su resultado final. La presencia de humanos sobre la tierra no es el principio explicativo de la evolución del universo y de la vida, porque aunque a posteriori sea posible descubrir unas constantes en la evolución, el desarrollo de la evolución es impredecible. El universo ni sabía ni tenía necesidad de saber que las constantes que, desde sus más remotos inicios le han guiado, conducirían a la aparición del ser humano. El universo no sabe nada, ni sabe que morimos, ni sabe que sus leyes evolutivas harán que seamos.
Cierto, el ser humano interpreta humanamente su presencia en el universo, pero de ningún modo podemos atribuir al universo la intencionalidad de que los humanos aparezcamos. Nosotros podemos pensar nuestra presencia en el mundo, pero el mundo ni nos quiere ni deja de querernos. Lo que define a la naturaleza son los procesos y no la voluntad. La ciencia es testigo de que el desarrollo de la evolución es pensable, inteligible, incluso sensato. Y nosotros nos maravillamos ante los resultados del proceso evolutivo. Pero la evolución no tiene ningún “proyecto”, porque el proyecto supone conciencia y el universo no la tiene.
El hombre sí que puede pensar sobre este universo que no piensa y del que depende, para comprenderlo mejor, y así comprenderse mejor a sí mismo. Al pensar, dominamos el universo, manifestamos y ejercemos nuestro poder sobre él. Un poder limitado, sin embargo. Porque este universo que permite que aparezcamos es también el que hace que desaparezcamos. Al final, el universo puede con nosotros, y la evolución termina, en lo que al individuo humano se refiere, con su desaparición. Esto no es un problema para el mundo, pero sí es un problema para el ser humano. Y, en cierto modo, el problema del hombre es el problema del universo. Pues el humano, que desaparece, es el único que hace posible la pregunta por el sentido de su vida y también por el sentido del universo.