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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

15
Oct
2010

Ser pensante en un mundo sin pensamiento

11 comentarios

Es evidente que este universo posee unas condiciones tales que permiten la aparición de la vida humana. Pero de ahí no es legítimo deducir que estas condiciones estaban ahí a causa de su resultado final. La presencia de humanos sobre la tierra no es el principio explicativo de la evolución del universo y de la vida, porque aunque a posteriori sea posible descubrir unas constantes en la evolución, el desarrollo de la evolución es impredecible. El universo ni sabía ni tenía necesidad de saber que las constantes que, desde sus más remotos inicios le han guiado, conducirían a la aparición del ser humano. El universo no sabe nada, ni sabe que morimos, ni sabe que sus leyes evolutivas harán que seamos.

Cierto, el ser humano interpreta humanamente su presencia en el universo, pero de ningún modo podemos atribuir al universo la intencionalidad de que los humanos aparezcamos. Nosotros podemos pensar nuestra presencia en el mundo, pero el mundo ni nos quiere ni deja de querernos. Lo que define a la naturaleza son los procesos y no la voluntad. La ciencia es testigo de que el desarrollo de la evolución es pensable, inteligible, incluso sensato. Y nosotros nos maravillamos ante los resultados del proceso evolutivo. Pero la evolución no tiene ningún “proyecto”, porque el proyecto supone conciencia y el universo no la tiene.

El hombre sí que puede pensar sobre este universo que no piensa y del que depende, para comprenderlo mejor, y así comprenderse mejor a sí mismo. Al pensar, dominamos el universo, manifestamos y ejercemos nuestro poder sobre él. Un poder limitado, sin embargo. Porque este universo que permite que aparezcamos es también el que hace que desaparezcamos. Al final, el universo puede con nosotros, y la evolución termina, en lo que al individuo humano se refiere, con su desaparición. Esto no es un problema para el mundo, pero sí es un problema para el ser humano. Y, en cierto modo, el problema del hombre es el problema del universo. Pues el humano, que desaparece, es el único que hace posible la pregunta por el sentido de su vida y también por el sentido del universo.

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lola
15 de octubre de 2010 a las 10:16

Es verdad, como ud decia en clase: el hombre es un animal guarda muertos, ¿de que los proteje el pobre?
Y es que asi como el resto de seres vivos, de los cuales sabemos genero, especie, familia (bueno, de nosotros no, porque cuando somos seres vivos y no seres humanos, no sabemos a que especie , ni genero, ni nada, pero como eso solo depende de lo que a cada uno le plazca) estan tan tranquilos, nosotros sufrimos ante la idea de la muerte nuestra y de los que amamos. Y nos preguntamos muchas cosas, algunas de las cuales no sabemos respondernos. Y es asi, nuestra desaparicion no es problema para el mundo, que seguira como si jamas hubiesemes existido, es asi de duro. De la misma manera, tal vez el ser humano este capacitado para crear vida a partir del ovulo, pero no puede alargarla ni un apice, mas bienlo unico que hace es acortarla, y se covierte en destructor de vida-

Juanjo
15 de octubre de 2010 a las 11:35

Creo que en este texto casi todos podemos estar de acuerdo. El universo es algo así como "aséptico" el medio donde se desarrollan los acontecimientos y el terreno de juego desde donde hay seres capaces de pensar. Hasta ahí no hay problema. Los problemas y debates quizá aparezcan al introducir la explicación de cómo Dios "actúa" en ese mundo o como de "la Nada" salió algo, como de la vida simplemente biólogica surgió un ser "tan especial".
Lo conflictivo y admirable al mismo tiempo es cómo de un silencio absoluto se llega a la sonrisa de un niño, a la eclosión y aroma de una rosa, a la contemplación de un amanecer, a la felicidad de un hombre que es capaz de reconocer la Trascendencia.
¿Lo reservamos esto para una "segunda entrega"?.

JM Valderas
15 de octubre de 2010 a las 12:04

Caro Martín: Entras hoy en arenas movedizas que, si desde el punto de vista pastoral e inteligible para todos resulta instructivo, desde el punto de vista teórico merece una explicación más extendida y, por ello quizás en otro lugar. Pero vale al menos la pena sugerirlo o insinuarlo. De un plumazo niegas la teleología del universo, que en versión contemporánea se denomina principio antrópico fuerte. El principio antrópico débil es el truismo del principio: si estamos aquí es que se han dado las condiciones para la aparición de nuestra existencia. Cierto es, además, que la ciencia no se ocupa de la causa final. Pero sí la filosofía y la teología. En plata, el plan divino de la creación. (El universo, además, aunque no pensante, sí parece ser un poderoso computador cuántico.)

javier oregonés
15 de octubre de 2010 a las 12:42

Querido Martín, estas afirmaciones que las fundamentas desde la filosofía no sé si se sustentarán de aquí a un tiempo desde la ciencia. En la Expo de Zaragoza vi los trabajos de un científico japonés sobre las trazas del agua y da bastante que pensar. Igual que la nanociencia, la teoría de las cuerdas del universo, la noosfera, etc. Aunque es cierto que no se habla de pensamiento si de una intención un proyecto, una voluntad.
Necesitamos explicaciones que abracen la filosofía, la teología pero también la ciencia. Sin caer en la ciencia como una nueva deidad no entiendo como en los seminarios, casas de formación, etc. no se forme más a los futuros sacerdotes, religiosos y pueblo laico en fundamentos técnico-científicos. Decimos que fe y razón no se excluyen, pero a veces esto es una simple proclama.
Gracias por tu blog

Andrés
15 de octubre de 2010 a las 14:28

Creo, humildemente, que el siguiente enlace que os dejo puede resultar muy iluminador para este tema.

Es una conferencia de Manuel Carreira en la Universidad de Comillas:

http://www.upcomillas.es/webcorporativo/Centros/catedras/ctr/Documentos/DOCUMENTOMARCOene07.pdf

Breve biografía de Manuel Carreira:

Manuel Carreira es sacerdote jesuita, licenciado en Lenguas Clásicas por la Universidad de Salamanca, licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad de Comillas, licenciado en Teología por la Facultad de Teología de la Universidad de Loyola (Chicago), máster en Física por la Universidad John Carrol (Cleveland), doctor en Física por la Universidad de Washington por su trabajo sobre los rayos cósmicos (dirigido por el Dr. Clyde Cowan, uno de los descubridores del Neutrino, junto con Fred Reines, ganador del Premio Nobel).

Trabajó para la NASA desarrollando un detector de rayos gamma que fuese usado en un satélite artificial y un sistema de control de fibras ópticas para aviones y sondas espaciales.

Desde 1971, enseña Física y Astronomía en Washington y Cleveland, y Filosofía de la Naturaleza en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, dividiendo el año escolar entre ambos países. Desde el 74 formó parte de la junta directiva del Observatorio Vaticano.

Bernardo
15 de octubre de 2010 a las 19:08

Estoy leyendo el último de Antonio Damasio "Y el cerebro creó al hombre". Sencillamente delicioso. Y dice algo que resulta muy interesante que lo haga un científico. Viene a decir que la adaptación al medio cumple en los seres sin conciencia ni mente, el mismo papel que esta en los que la poseen: la planificación de la propia existencia. Esto estaría en consonancia con el principio teleológico y una cierta causalidad inmanente en el universo. También habla de la sinfonía de la vida sin director, pero una sinfonía que suena demasiado bien. En el caso del hombre, el director aparecería como fruto del concierto: el sujeto.

actualizando-nos
16 de octubre de 2010 a las 08:28

A día de hoy la cuestión sobre el hombre como ser pensante más perfecto está abierta. Cabe la posibilidad a partir de la teoría de cuerdas, y multiversos en red que seres pensantes, más inteligentes que el ser humano existan en universos paralelos. En este multiverso de centro en cualquier parte, el ser humano como centro de la creación es un concepto que va quedando superado por investigaciones tanto de la ciencia como de la teología. Jesús de Nazaret se encarnó en un momento del espacio-tiempo como ser humano. Pero el Cristo Total, va más allá: lo será Todo en Todos. Quizá por ahí se encuentren las claves del diálogo ciencia-fe, en este nuevo paradigma que avanza a velocidad de la Luz, y que deja al siglo XX en la prehistoria.

JM Valderas
16 de octubre de 2010 a las 15:20

Martin, como sabes, hubo una filosofía de la ciencia que ayudó a depurar el verbalismo sin significado empírico. Se llama neopositivismo o empirismo lógico. Más recientemente se produjo otro terremoto: En 1996 Alan Sokal publica en 1996 "Transgreding the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity", en una revista de sociología con el fin avieso de emplear un lenguaje pretendidamente científico, inintligible por los editores de la revista, omitamos piadosamente su título, y comprobar así la nula preparación en ciencias de muchos profesionales. El "canular" que dirían los franceses, o gato por liebre en versión libre hispana, se explicó con rechifla en el libro Impostures intellectuelles. A buen entendedor, pocas palabras.

día mundial de la visión
16 de octubre de 2010 a las 16:27

Hay teorías -y teorizantes- que con el paso del tiempo les pasa lo que al jamón: se vuelven rancios. Porque siguen dando respuestas a cuestiones que en este tiempo piden otra mirada. Que la vista con el tiempo se vuelve cansada, y a veces refractaria a una visión nueva. Hoy es el día mundial de la visión A revisarse.

Bernardo
16 de octubre de 2010 a las 20:06

Comparto, aunque sea excepcional, lo que dice Valderas. Shokal lo hizo de diez en ese artículo y lo explica muy bien en el libro citado. Decía Einstein que los científicos comparten una doble fe: la fe en la realidad del mundo y la fe en su cognoscibilidad. Sin esta doble fe sería imposible la ciencia. Shokal lo demostró, o al menos mostró su necesidad, en "las imposturas intelectuales". Yo creo que hemos de ser muy coherentes la hora de establecer principios y mantenerlos. Hoy mismo acabo de leer un artículo de un reputado profesor de la Universidad de Murcia, Lozano Teruel, en el que expone el avance de la ciencia más allá de los genes, cómo la epigenética nos abre un campo nuevo y cómo la epigénesis, término aristotélico para expresar el interfaz entre la materia y la forma, puede abrir un campo de investigación que acerca la ciencia a la filosofía y a la teología.

cristianismo hoy
17 de octubre de 2010 a las 11:52

Lo pensante hoy va más allá de la filosofía greco-romana. El cristianismo ya no es eurocentrico, y ha de desprenderse de pátinas filosóficas griegas y romanas, propias de otra época. El colonialismo cultural cristiano practicado con la excusa de la expansión evangélica, quedó atrás. Es más, de otras culturas despreciadas por la vieja Europa nos llegan formas de pensamiento como mínimo iguales en profundidad y en compasión. La mutua fertilización entre- culturas, de unas religiones y otras, es el humus en el que seguir madurando como seres humanos, como creación.

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