Ago
Seguir a Jesús en la Iglesia
8 comentariosEntre las muchas ideas buenas que ha dejado la visita de Benedicto XVI a Madrid me quedo con una de las últimas: sólo se puede seguir a Jesús en la Iglesia. Eso es algo que todo cristiano sabe y vive. Pero no está mal recordarlo. Hoy muchas personas se preguntan dónde encontrar a Cristo resucitado. La respuesta es: en la Iglesia. Cuando la comunidad cristiana se reúne para escuchar su Palabra, celebrar la fracción del pan, compartir los bienes, vivir el amor y solidarizarse con los necesitados, Cristo se hace presente. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. No dice: allí se me recuerda, sino “allí estoy yo”. Cuando los creyentes se reúnen se realiza y subsiste la Iglesia. Cristo resucitado siempre y sólo (sí, sí: siempre y sólo) se hace presente sacramentalmente. El gran sacramento de su presencia es la comunidad de los creyentes, la Iglesia.
La cuestión entonces es: ¿por qué la Iglesia, en ocasiones, resulta un obstáculo para el encuentro con Cristo? La respuesta está en otra de las ideas que ha dejado el Papa: “Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar”. Cuando la vida de los cristianos no resulta coherente con lo que creen, más que epifanía o manifestación de Cristo, son una pantalla o un obstáculo para el encuentro con él. Por eso la santidad es la meta de todo cristiano. Santidad es coherencia entre lo que se cree y lo que se vive, entre lo que se confiesa y lo que se hace. De modo que la vida resulta una realización de la propia fe. Esta coherencia da que pensar a los no creyentes y hace que se planteen una pregunta. Pero cuando la vida va por un lado y la fe por otro, los no creyentes comprueban en la práctica el desmentido de lo que decimos. Se encuentran entonces ante la prueba de que la fe no vale nada.
Seguir hoy a Cristo no puede hacerse en solitario. Hay que añadir que hay muchos modos de vivir en comunidad eclesial. Más aún, que comunidad no es sinónimo de uniformidad. Al contrario, la vida comunitaria, en el seguimiento de Cristo, reafirma la propia personalidad de cada uno. Hay un modo de vivir en comunidad que, lejos de alienar, madura, haciendo que cada uno entregue al servicio de los demás lo mejor de sí mismo.