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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Abr
2021

¡Que suelten a Barrabás!

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Barrabas

José Ortega y Gasset, en una conferencia dada en Madrid el 12 de marzo de 1910, dijo provocativamente: “Se busca al hombre”. Y citando a Hegel añadió: “Cristo es el ensayo más enérgico que se haya realizado para definir al hombre”. Recordando la frase de Pilato sobre Cristo: “Este es el hombre”, Ortega nota que la turba prefirió a otro hombre, a Barrabás.

Pilato tenía razón: frente a él estaba “el hombre”. Decir que Jesús es “el hombre” es mucho más que decir: Jesús es un hombre. No es uno más entre los humanos. Es “el hombre”, el prototipo, el paradigma de humanidad; en él se realiza la plenitud de lo humano. Según interpreta el teólogo Joseph Ratzinger, para un filósofo cínico como Pilato, estas palabras significaban algo así: nos enorgullecemos del ser humano, pero ahora, contempladle, aquí tenéis a este gusano despreciable; este es el humano, así de pequeño. Mirando a Jesús coronado de espinas, las palabras de Pilato dejaban muy claro, no la grandeza de Jesús, sino la poca cosa que es el ser humano.

Y, sin embargo, en Jesús maltratado y crucificado vislumbramos hasta donde puede llegar la grandeza de lo humano, pues en la pasión de Cristo se manifiesta que solo somos humanos cuando amamos. La grandeza del amor se prueba precisamente en las dificultades. En su pasión Cristo no profería amenazas, cuando le insultaban no devolvía el insulto; al contrario, respondía con una bendición. Desgraciadamente, las turbas enardecidas, por no decir enloquecidas, las turbas manipuladas por los que saben explotar los más bajos instintos, suelen preferir al Barrabás de turno. Mientras Jesús puede y debe ser considerado el signo de la paz, el pacífico por excelencia, Barrabás puede ser considerado el signo de la violencia. En nuestro mundo hay demasiada violencia, que toma distintas formas, desde la más suave que es la competencia, hasta la más fuerte que se manifiesta en la violencia callejera con quema de todo lo que se presenta por delante, incluidas las personas, o en la guerra.

La violencia nos construye nada. Solo destruye. El amor es el único camino para el encuentro entre las personas. Por eso, frente al grito del populacho: “suéltanos a Barrabás”, los cristianos y todas las personas de buena voluntad, deberíamos buscar el modo de desencadenar al Jesús maniatado, para poder seguirle por los caminos de la paz y de la vida.

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