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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Feb
2020

Para ser hijos, amar al enemigo

10 comentarios
escalera

En la Eucaristía de este próximo domingo nos encontramos con uno de los textos más conocidos del Evangelio: la invitación de Jesús a amar a los enemigos. Lo hemos oído muchas veces y quizás no nos hemos detenido a pensar lo que significa. Y cuando lo pensamos, lo consideramos imposible. Porque parece que amar al enemigo va contra la más natural de las tendencias humanas. No nos nace y, si lo intentamos, nos parece imposible. Nuestros sentimientos van por otro lado. Los sentimientos no podemos controlarlos. Por tanto, se diría que es imposible amar al enemigo.

Ocurre que el amor no es cuestión de sentimientos, aunque en el amor puede haber sentimiento. El amor es, sobre todo, cuestión de actitudes. De hecho, Jesús no dice: te tiene que gustar tu enemigo; tampoco dice: tienes que manifestar afecto a tu enemigo o tener confianza con él. El verbo que el evangelista pone en boca de Jesús (agapao) no expresa sentimientos, sino actitudes. Lo que Jesús dice es: tienes que desearle bien a tu enemigo. Desearle bien puede ser desear que se convierta, desear que deje de hacer el mal. De ahí que el mandamiento del amor al enemigo va unido a otro precepto: orad por los que os persiguen. La oración nunca puede expresar malos deseos, la oración siempre busca el bien.

¿Y cuál es el motivo del amor al enemigo? ¿Será que, al aumentar la dificultad, aumenta el mérito? El cristianismo no es cuestión de méritos, sino de gracia. ¿Será entonces que el odio corrompe y hace daño al que odia? No es una mala razón, pero no es la que Jesús ofrece: “amad a vuestros enemigos, para ser hijos del Padre celestial”. La clave del amor al enemigo es el Padre celestial. ¿En que se parece el hijo al padre? ¿En el rostro, en la estatura? No. El hijo se parece al padre cuando tiene los mismos sentimientos, el mismo carácter, el mismo modo de ser, las mismas actitudes que el Padre. Y el Padre celestial hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia sobre justos e injustos; o sea, cuida de todos, ama a todos sin excepción, porque todos son hijos suyos. Los hijos de este padre están llamados a aspirar a esa filiación, a imitarle, a tener sus mismos sentimientos. Por eso su amor no admite límites ni discriminaciones.

Una última cosa: el amor al enemigo no es el ideal del amor. El ideal del amor es la reciprocidad. Si el enemigo me amara, habría dejado de ser enemigo. Es enemigo porque no me ama. Pero yo sí debo amarle, o sea, tener hacia él sentimientos de benevolencia. La plenitud del amor cristiano es el amor entre los amigos, el amor recíproco. El amor al enemigo es el caso extremo de la universalidad del amor, pero no es el ideal del amor. Tampoco es lo “característico” del amor cristiano. Lo repito: lo característico del amor cristiano es la reciprocidad: amaos los unos a los otros.

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Hormias
20 de febrero de 2020 a las 14:12

La gran verdad del cristianismo... Poner amor donde hay odio

Rosa María
20 de febrero de 2020 a las 16:16

Gracias Padre Martín, una gran y clara reflexión, como nunca la escuché tan bien desarrollada, deja muy claro, cómo debe ser el amor a los enemigos, y cuál es el amor más auténtico.

J.García
21 de febrero de 2020 a las 15:02

Si todos somos hijos del mismo Padre celestial, todos somos hermanos. Si Dios Padre es amor, los hermanos tenemos que amarnos, como nos lo recuerda Jesús, nuestro Hermano mayor. No sólo pertenecemos a una familia biológica, la cual amamos, sino también y sobre todo somos miembros de la gran familia universal de los hijos de Dios. Si queremos participar del Reino, ese es el camino: o nos salvamos todos juntos, o me temo corremos un gran riesgo el último día, si no nos amamos..

Rosario
22 de febrero de 2020 a las 04:20

Me parece una interpretación maravillosa, nueva para mi.clarificadora La explicación sobre el amor es notable.Dios lo bendiga.

Javier Fuset Cabanes
22 de febrero de 2020 a las 07:48

Gracias, Martín, espero andes bien por esos mundos de Dios

Padre Rafa
22 de febrero de 2020 a las 09:54

¡Excelente texto!

Mayor Thompson
26 de febrero de 2020 a las 08:04

Gracias por todos sus artículos fray Martín. Me sirven de mucho en medio de la nada... Tanto espiritual como geograficamente

Marcela Díaz
18 de febrero de 2023 a las 22:40

Gloria a Ti Señor Jesús.
Abrazos fraternos llenos de Bendiciones Felicitaciones felicidades saludos desde Córdoba Argentina

Dulce Carolina Rojas Castellanos
18 de febrero de 2023 a las 23:18

Gracias por ayudarne a vivir y comprender.

Valero
19 de febrero de 2023 a las 09:00

Quizá la intención última de amar al enemigo es llevarlo al amor, es conseguir que, vencido a fuerza de ser amado, su corazón cambie. Es lo que hace nuestro Padre del cielo en su hijo Jesucristo: vencernos a fuerza de un amor sin límites que todo lo puede y todo lo transforma, porque el amor es creador, crea el bien donde impera el mal de manera que finalmente ese amor al enemigo, se transforme en amor recíproco.

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