May
No ver y ver a Jesús al mismo tiempo
13 comentariosSegún el cuarto evangelio, poco antes de morir, Jesús dice a sus discípulos unas extrañas palabras, que ellos en aquel momento no comprendieron: “dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” (Jn 16,17). Tal como está construida la frase, parece que se trata de dos momentos sucesivos: después de estar un tiempo sin ver a Jesús, llegará un tiempo en el que los discípulos le verán. Pero esto resulta difícil de entender. Para que esta sucesión de momentos tenga un mínimo de lógica habría que pensar que el momento en que no se le verá será el de su ausencia de la tierra (Jesús se va al cielo y en la tierra ya no se le ve más), y el momento en que se le verá será el día en que los discípulos, tras pasar por la muerte, lleguen al cielo.
La frase tiene bastante más sentido si en vez de dos momentos sucesivos se trata de dos momentos simultáneos. Está a punto de llegar el día, viene a decir Jesús, en que voy a dejar la tierra. Y ya no se me podrá ver con los “ojos de la carne”. Pero entonces se me podrá ver con otros ojos, los de la fe. Esa lectura sería coherente con esta palabra de Jesús: “dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros sí me veréis” (Jn 14,19). El mundo no puede ver a Jesús resucitado, porque el mundo solo tiene ojos de carne. Pero los discípulos, con los ojos de la fe, pueden ver a Jesús resucitado, porque experimentan el poder de su resurrección, la fuerza de su Espíritu, y le reconocen en la Escritura, en el partir el pan y en la vivencia del amor mutuo. Así se comprende también esta otra palabra de Jesús: “me voy y volveré a vosotros” (Jn 14,28). El Jesús que sube al cielo no deja la tierra, permanece entre los suyos, pero de otra forma: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Precisamente los ojos de la fe son los que permiten ver la realidad más auténtica de Jesús. Muchos vieron a Jesús con los ojos de la carne. Y no vieron lo que allí había. Viendo a Jesús con los ojos de la carne resulta posible traicionarle (como Judas), tratarle de impostor, burlarse de él, o crucificarle. Ocurre lo mismo en las relaciones humanas: cuando solo miramos con los ojos de la carne, nos quedamos en la superficie; el que mira con los ojos del amor sabe ver más allá de las apariencias. Solo con los ojos del amor se conoce a fondo a las personas. Como dice el principito de Saint-Exupéry: “solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” (de la carne).
Vuelvo a Cristo resucitado: ahora, los suyos ya no lo ven con los ojos de la carne; el mundo tampoco le ve. Los ojos de la carne solo ven lo que es de carne y el mundo solo ve lo que es suyo. Pero los creyentes sí pueden ver a Jesús con los ojos de la fe. Los creyentes no ven a Jesús (con los ojos de la carne) y al mismo tiempo le ven (con los ojos de la fe). Referida, no a dos momentos sucesivos, sino a dos momentos simultáneos, tiene sentido esta palabra de Jesús: “dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”.