Ene
Los dominicos y Lutero
11 comentariosEstando próxima la semana de oración por la unidad de los cristianos, en este año en el que se recuerdan los 500 años de la Reforma protestante, cuento pequeñas historias, que en su momento tuvieron relevancia, sobre la relación de la Orden de Predicadores con Martín Lutero.
Una vez que Lutero publicó sus tesis sobre las indulgencias, el Obispo de Brandeburgo y los dominicos fueron los primeros en denunciarle. Pero no se puede decir que todos los dominicos tomaron partido contra Lutero, pues un joven teólogo dominico, Martín Bucero, fue uno de sus primeros seguidores. Por el contrario, el cardenal dominico Tomás de Vio, conocido como Cayetano, en el interrogatorio que le hizo en Ausburgo, viendo que Lutero no cedía en nada en el aspecto doctrinal, terminó apelando a la autoridad de la Iglesia. El Dr. Lutero respondió rápidamente que ni el Papa ni el concilio son los dueños de la Palabra de Dios. Cayetano comprendió que la ruptura era inevitable.
Posteriormente otros dos dominicos, desde posiciones distintas, hicieron avanzar la comprensión católica de Lutero. A principios del siglo XX, el dominico Heinrich Denifle, subdirector del archivo secreto vaticano, y profundo conocedor del mundo medieval, escribió una obra muy crítica, pero bien documentada, sobre Lutero, que terminaba con un terrible veredicto que se hizo famoso: ¡Lutero, en ti nada hay de divino! Paradójicamente esta obra provocó que, en el mundo protestante se originaran serios estudios sobre la persona de aquel “olvidado padre espiritual”; y en el mundo católico nació un increíble deseo de conocer quién era realmente Martín Lutero.
Desde otro clima espiritual, uno de los pioneros del ecumenismo, el también dominico Yves Congar, sin negar las limitaciones que, a su juicio, se encuentran en Lutero, dejó de lado simplificaciones injustas y ofreció una visión equilibrada sobre la teología y la persona del Reformador. Según el P. Congar el camino ecuménico exigía hacer un esfuerzo para comprender verdaderamente a Lutero y hacerle justicia histórica, en vez de condenarlo simplemente. No hay crítica eficaz si no se asume la parte de verdad de las posiciones que se critican. “Lutero, dejo escrito Congar, no es el Evangelio. Lo importante es ir hacia el Evangelio, juntamente con él”.
Dos conclusiones rápidas: una, lo que Lutero consideraba fundamental en su teología hoy ya no es motivo de división. Católicos y luteranos confesamos juntos que Dios nos justifica. Y dos, a pesar de este acuerdo importante y fundamental, nos sigue separando nuestra distinta comprensión de la Iglesia y de los sacramentos. Lo que importa es que esas cuestiones que nos separan no sean obstáculo para que juntos podamos confesar a Jesucristo como salvador de todos y cada uno. Y tampoco sean obstáculo para trabajar juntos en beneficio de tantas personas hambrientas de Dios y hambrientas de pan. Lo que nos une es, sin duda, más que lo que nos separa.