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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Ago
2016

Lo ridículo del síndrome postvacacional

4 comentarios

Todos los años, cuando llega el mes de septiembre, y los niños y jóvenes regresan a los Colegios; y también muchos trabajadores, que han tenido la suerte de tener vacaciones en el mes de agosto, se reincorporan a sus trabajos, se oye hablar del síndrome postvacacional. Sin duda reemprender las tareas, tras un tiempo de ocio, supone una pequeña adaptación. Pero esta adaptación no tiene porque traducirse en depresión, angustia, tristeza, mal humor, y otros síntomas asociados al descontento o a la desilusión.

Si lo pensamos bien, la vuelta al trabajo debería ser un motivo para dar gracias a Dios. Hemos tenido la suerte de tener vacaciones. Y ahora tenemos trabajo. Somos unos privilegiados. Cuando en esta España de nuestros amores hay tanta gente que no tiene trabajo, o que no puede tener vacaciones porque tienen unos sueldos míseros que no se lo permiten, los que sí tenemos vacaciones y trabajo deberíamos bendecir a Dios por lo bien que nos cuida y, de paso, solidarizarnos con tanta gente que vive en situaciones bastante más difíciles que las nuestras. Eso mismo debemos enseñar a nuestros hijos: tienen la suerte de poder ir al Colegio, de poder formarse. Son unos privilegiados.

A veces no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Otras veces nuestras quejas son un síntoma de lo bien que estamos. A uno, que se quejaba de pagar muchos impuestos en su declaración de la renta, le pregunté: ¿pero usted, cuánto gana? El síndrome postvacacional es un síntoma de que tenemos trabajo. Volver al trabajo no es una desgracia. Es algo muy positivo. Demos gracias a Dios por ello. Y favorezcamos aquellas políticas que crean puestos de trabajo. Para que todos tengan pan. Y un poco de circo también.

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Anónimo
1 de septiembre de 2016 a las 08:46

¿ Qué intereses se esconden detrás de la “patologización” de la vida cotidiana ? A un normal proceso de adaptación de un tiempo de ocio a otro de trabajo a otro se le llama “síndrome”, preludio de posibles síntomas y de un eventual tratamiento médico o psicológico. Y ello lleva a saturar las consultas de los médicos de cabecera, de enfermos imaginarios, en detrimento de usuarios que verdaderamente lo necesitan.

¿ Existe un déficit de madurez personal y social a la hora de asumir las responsabilidades personales y sociales ?. ¿Qué valores reciben niños y jóvenes de unos adultos que llevan la flojera y queja perenne por todo ? Y siendo creyentes, ¿ que tal si hacemos un repaso de los dones del Éspiritu, y pedimos una ración extra del don de fortaleza, que refuerce nuestra fuerza de voluntad, nos recuerde la alegría de estar vivos. Tiempo de llevar a la práctica los buenos propósitos del inicio de verano. Más allá de hacer ejercicio, llevar dieta saludable. Hay déficits que necesitan algo más que una pastilla.

La mirada al otro , al Otro trasciende nuestros límites. Amor que nos vivifica y nos sana.
¡ Buen retorno.!

P. Jaume Boada i Rafí o p
2 de septiembre de 2016 a las 20:16

Martí. Com sempre genial en els teus escrits. D'on treus el temps per escriure tant? Estás bé? Una abraçada. Jaume

Hormias
4 de septiembre de 2016 a las 20:05

Siempre acertado padre gelabert

Antonio Saavedra
4 de septiembre de 2016 a las 23:34

Muy de acuerdo con Martín, y con el Anónimo animoso. Cierto que puede costar el paso del ocio a la tarea diaria, pero hacer de ello una enfermedad es abusivo.
Pero ¿cuánto de culpa tienen en ello nuestras creencias(que no la fe, cosa diferente)? ¿No recordamos el mito del castigo de Yahveh en Gen 3, 17 y sig., donde el autor trata de justificar la dura vida del trabajador, y encima debemos creer que es "palabra de Dios"?
¡Sobre todo qué poco se estima el trabajo como colaboración con el Dios creador! ¿No creemos los cristianos en esa colaboración y nos apuntamos a la aparente enemistad bíblica o vamos a poner todos nuestros esfuerzos en el cuidado de la casa común?

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