Jul
La rica Noruega, la pobre Somalia
3 comentariosInterrumpo las entregas sobre la ley natural (tengo preparadas tres más) para fijarme en la actualidad más reciente. También tiene mucho que ver con la ley natural, y con el principal de sus preceptos, que es el de cuidar la vida propia y la ajena. Dos acontecimientos de los últimos días nos recuerdan la urgencia y deficiencia de este fundamentalísimo precepto: lo ocurrido en la rica Noruega y lo que ocurre en la pobre Somalia.
El mismo día que leemos que el Banco de España inyecta 2.800 millones de euros en la Caja de Ahorros del Mediterráneo, tras la desastrosa gestión de sus directivos, sabemos que España aportará cinco millones de euros más para Somalia. Ya sé que las comparaciones resultan más o menos odiosas en función de los elementos que se comparan. Pero me parece que eso del hambre en Somalia y en otros lugares es un escándalo de gran calibre, que no puede dejarnos indiferentes, ni como personas ni como cristianos. Millones para la banca, migajas para Somalia. Un buen paradigma de lo que ocurre en los terrenos económicos. Eso es el mercado. Y ¿qué decir de la reunión extraordinaria de la FAO, la Agencia de Naciones Unidas contra el hambre? Espero y deseo que además de ayuda urgente arreglen el problema de las infraestructuras que hacen más soportables las sequías. Construir un aljibe es muy barato. Ni eso tienen en el sur de Somalia.
El otro dato que traigo a colación es el asesinato de 76 personas, la mayoría adolescentes, por un noruego sobre el que convergen demasiadas etiquetas: fundamentalista cristiano, islamófobo, ultraderechista, masón, neonazi, xenófobo, racista. Todas se resumen en una: odio al Islam. ¿En nombre de lo fundamental cristiano? ¡Qué desvarío! ¿Qué hay en la cabeza de alguien dispuesto a cometer un crimen así? Ya sé que no todos los polvos conducen a lodos tan dramáticos. Pero deberíamos reflexionar sobre algunos polvos que se expanden en ambientes que mezclan lo ultra cristiano con la ultra derecha política (en ambos ultras los hay explícitos e implícitos), que llevan a unos simplemente a gritar y protestar y a otros a ir más allá: la intolerancia, las palabras poco matizadas sobre el Islam y sus adeptos, invitaciones a hacernos oír a base de condenas y exageraciones, incapacidad de ver algo bueno en el que no piensa como yo.