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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Ene
2015

La fe como apertura a Dios

5 comentarios

Cuando se habla de fe es posible entender muchas cosas. Hay una fe humana, la confianza que depositamos en las personas. Y hay una fe religiosa, la confianza que depositamos en Dios. En ambos casos, la fe es una apertura al otro. Y, en la mayoría de los casos una apertura mutua. Porque fiarse de otro suele presuponer que el otro se fía de ti. Desde este punto de vista, la fe en Dios va mucho más allá de un mero creer una serie de verdades, dogmas o proposiciones. La fe en Dios es, ante todo, una relación personal. Hay fe cuando me implico, cuando me comprometo existencialmente con el otro, cuando soy capaz de ponerme en las manos del otro, porque estoy convencido de que no me fallará. Y no me fallará porque me ama. Porque también él está comprometido conmigo y también se pone en mis manos. La fe es una mutua dependencia. Pero no una dependencia que esclaviza, sino una dependencia que exalta, porque brota del amor.

En el Nuevo Testamento el término fe tiene muchos sentidos; la carta de Santiago llega a hablar de una fe muerta, de un mero creer que Dios existe, pero sin que esta fe transforme la existencia. Si en este tipo de fe hay apertura, es una apertura al odio. Por su parte, la carta a los Hebreos define la fe como garantía de lo que se espera y prueba de realidades que no se ven. Lo que se espera y lo que no se ve es la vida eterna, o sea, la felicidad absoluta que Dios tiene preparada para todos los que le aman. Y como no hay mejor felicidad que saberse amado y poder amar, la vida eterna es Dios mismo que nos ama. Pues bien, por la fe, el bien supremo que es Dios está firmemente garantizado; y, además está bien probado, bien fundamentado, bien asegurado. De este modo, el creyente, puede caminar confiado en medio de dificultades y oscuridades. Porque, por la fe, sabe que Dios le sostiene y no falla. De nuevo, según esta definición de la carta a los Hebreos, la fe es una apertura, una confianza sin límites en un Dios que garantiza el cumplimiento de nuestros mejores deseos.

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Anònim.
31 de enero de 2015 a las 20:07

Ohhhhhhhhhhh!!!; Una excelencia de comunicación. Como dice la máxima de B.G. "Lo bueno, si breve, dos veces bueno"
Gràcies P. Martín.

Fides
1 de febrero de 2015 a las 09:44

Las personas nos fallan como podemos comprobar bastante a menudo y en ocasiones muy especiales,a causa de sus limitaciones y egoismos, pero Dios nunca falla. La fe en Dios es mas profunda,Dios cumple siempre su promesa (vease la fe de Abraham en la Sagrada Escritura).

Luciana
1 de febrero de 2015 a las 11:50


La Fe,si se te ha concedido,puede ser tu compañera de existencia.Los sufrimientos de la vida presente pueden ser dolorosos,la Fe es un bálsamo en medio del dolor.La Fe te introduce en la existencia del Dios Amor. Es hacerme eco de lo que dice P.Martin en este post" el bien supremo que es Dios está firmemente garantizado,y ademas está bien probado,bien asegurado etc"

Antonio López Sernández
2 de febrero de 2015 a las 19:22

¡Gracias, P. Martín! “… no hay mejor felicidad que saberse amado y poder amar, la vida eterna es Dios mismo que nos ama”. Más aún, aunque nos olvidemos de Dios, Él jamás se olvida de nosotros. Por otra parte, la fe sobrenatural nos da la suprema de las certezas, pues un creyente se fía más de la sabiduría y veracidad de Dios que de la aptitud natural del entendimiento humano para conocer la verdad y de la veracidad del hombre. Porque creo en Cristo, me fío de su palabra. Acepto a Cristo como norma suprema, y todo lo valoro como lo valora Él. Los hechos son la expresión del nivel de fe de una persona. Seguir a Jesús es escuchar su palabra, asimilar sus actitudes, comportarse como Él, identificarse plenamente con Él, obrando el bien, ayudando a los demás, perdonando, siendo generosos y amando a todos, como Él. Tener fe no es un simple aceptar una serie de dogmas. Es más: lleva consigo un estilo de vida, un modo de ser. La fe en Jesucristo es la que da fuerza y eficacia a una vida cristiana plenamente renovada (Con. Vaticano II). Es una fe vivida.

Juan
3 de febrero de 2015 a las 18:12

Ser parte de este programa de amor de Dios por la humanidad, con un fundamento "bien probado", del que habla fray Martín, y un programa de vida: "obrando el bien, perdonando, amando a todos", del que habla Antonio, exigirá un proceso de aprendizaje constante y el silencio de un aquí estoy, Señor, de una oración prolongada. Como creyentes, discípulos de Jesús, estamos obligados a estudiar y orar constantemente: el discípulo que deja de aprender de su maestro, en este caso, pasa de ser creyente a ex-creyente, de cristiano a ex-cristiano. Gracias, fray Martín; gracias, Antonio.

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